El líder tory británico David Cameron tiene el rostro del perfecto comediante, según un estudio.
Su práctica en mítines, congresos y a través de su vídeo blog contribuye a explotar el dominio de su facha de hombre joven, cercano, familiar y agradable. La antítesis de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher.
Su cara redonda, ojos grandes y suavidad de rasgos le hacen un rostro perfecto de las life politics, arrebatando así a Tony Blair el término popularizado por su mentor intelectual Anthony Giddens.
Políticos cercanos y de ideas líquidas para la posmodernidad.
David Cameron tiene futuro en la era de la política personal.
¿Existe algún político español similar?
Sus críticos acusan a menudo a José Luis Rodríguez Zapatero de lo mismo: el talante como única política. Pero la crispación y la división entre los dos grandes partidos en los grandes temas políticos españoles (modelo de estado, proceso de paz, políticas sociales, etc.) ha dinamitado aquella imagen benévola.
Mariano Rajoy tenía fama de hombre sensato y moderado. La pugna por el futuro del PP y el enfrentamiento con el gobierno de Zapatero han enervado sus púas de erizo, enhiestas ante las agresiones internas y externas.
Las posibilidades de Artur Mas de parecer simpático ya eran pocas, pero con su agresiva campaña electoral de conspiraciones y contratos propagandísticos ese esfuerzo es inútil.
Unos y otros defienden la política de lo personal: el ciudadano como consumidor de productos políticos de rápida digestión, pero el tono se ha vuelto duro.
Cameron, por ahora, persigue la simpatía. Quizá mientras su contrincante laborista no esté claro.