Anda la iglesia y sus pensadores preocupados por la moda de Halloween en España.
¡Vuelve el paganismo!, gritan. ¡No es la visión cristiana de la muerte!, advierten. "Los colegios y los propios padres instan a sus hijos a disfrazarse en Halloween y, por otra, cuando llega la muerte de un ser querido, ¿qué pasa?", se pregunta el padre Joan María Canals, de la Conferencia Episcopal.
La muerte, el miedo, su celebración, la esperanza en la otra vida vuelven a ser importantes para unos y otros. La magia y lo oscuro. La trivialidad y lo profundo. Cristianismo y el paganismo del Samhein céltico.
¿Vuelven los muertos a la vida con su condena?
Si lo hacen Dios ha fracasado. Es el temor de los cristianos. ¿Somos célticos que protegemos nuestras casas contra los no que no deben volver?
La trivialización de la muerte puede acabar en los juegos con calaveras de los ejércitos aliados en Irak. Terrible.
La banalidad del mal, advertía Hannah Arendt, llega cuando todo se hace corriente. Pero el humor y la fiesta siempre ha sido una vacuna druídica contra el miedo.
Los irlandeses lo sabían y el puritanismo acabó prefiriendo el jolgorio de Halloween a la quietud doliente de Todos los santos. Quizá la responsabilidad en la tierra frente al castigo en la otra vida, accountability real frente a pena y castigo eterno, tienen mucho que ver.
Sé responsable en esta vida y deja para la otra el truco o trato.
Diferentes morales. Diferentes visiones.