Monday, May 10, 2010

La publicidad se compra, ¿y la influencia?

David Cameron y los tories, ganadores de las elecciones británicas, recibieron apoyo en portadas como la The Sun -propiedad de News Corp., Rupert Murdoch, antes aliado de Tony Blair y enemigo de Gordon Brown- al mismo tiempo que debieron gastar 50.000 libras en un anuncio de vídeo en portada de YouTube. "Hay publicidad que el dinero no puede comprar, y hay influencia que ciertamente tiene un precio", dicen en The Guardian.
Supongo que se refieren sólo al precio de tarifa publicitaria. Porque del mercado monetario y de influencia entre medios y política hay mucho que hablar.
El propio Gordon Brown acusa a Murdoch y a los conservadores de volver al frente común de política y negocios que ya explotaron con éxito en la era de Margaret Thatcher, cuando Murdoch abanderó la reconversión de la prensa británica.
Lo decía en la propia Gran Bretaña hace ya muchos años Hugo Young, quizá el último gran columnista de The Guardian, cuando The Sun apoyó a Blair en 1997: "Es The Sun quien realmente gobierna el país". Y lo decía porque el diario sensacionalista apoyó a Blair para imponer la agenda de Murdoch, controlar a la BBC y aumentar el poder de la televisión Sky, además de jugosas inversiones en Europa animadas desde el 10 Downing Street.
Las mismas historias se pueden contar varias veces en España.
El precio de la influencia no tiene tarifa publicada, pero es siempre es más cara que la tarifa comercial. Perdón, a veces incluso el viejo patrimonio del periodismo se malvende.
Que lo cuenten los numerosos medios españoles cuya independencia se rebaja o dependen del apoyo, publicidad institucional, subvenciones y otros ingresos provenientes de los poderes públicos, especialmente autonómicos y locales, o a través de las instituciones y empresas controladas por ellos.
Por eso es tan difícil a veces para el público discernir qué es apoyo editorial honesto y qué tráfico de influencias.
Una disyuntiva terrible para el periodismo.
En YouTube, Google o Yahoo al menos sabemos que son anuncios, y se paga por ellos. Pero en los casos de elecciones y campañas, más transparencia respecto a los algoritmos de búsquedas y a la resonancia de lo publicado en las redes sociales no vendría mal cuando muchos las analizan para detectar tendencias de voto.