Valencia Hui deja de existir. El diario financiado por los empresarios Juan Lladró y Héctor Gimeno para convertirse en representante de la derecha valencianista no cumplirá los dos años de vida. Ya en junio pasado habían dejado de imprimir en papel para existir sólo en internet. El diario no ha superado nunca los 2.000 ejemplares de venta, según fuentes del sector.
Su director, Baltasar Bueno, se despide con un editorial en el que quedan claros los problemas de Valencia Hui y de una gran parte de la prensa española:
"No hemos tenido el apoyo de la Generalitat, a pesar de ser éste un periódico netamente valenciano. El dinero público de los valencianos, el Consell se lo ha dado sólo a periódicos de capital vasco, catalán y madrileño".
Un ataque al presidente valenciano, Francisco Camps, que ya había utilizado como argumento en la despedida del papel.
Así está la prensa. Valencia Hui será otro proyecto sacrificado por la dependencia política de los medios.
No es de extrañar que muchos ciudadanos con confíen en la prensa. La crisis económica pondrá en la picota a otros muchos medios (como ya está pasando también en Cádiz) que dependen en exceso de la financiación política, la publicidad oficial y las ventas en bloque como financiación encubierta.
Una parte de la prensa lleva mucho tiempo viviendo en España de la connivencia con los políticos y con sus amigos y testaferros en ciertos negocios del poder.
El mercado de la comunicación es uno de los más opacos. Los periodistas nos afanamos en hacer transparentes a los demás y olvidamos -por interés, obediencia o falta de coraje- nuestros propios pecados.
Pero la falta de independencia se paga. Se puede vivir mucho tiempo del erario público cuando incluso la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD) permite ventas en bloque de más del 35% de la difusión de pago y otros medios ni siquiera están controlados. A la larga, el resultado es la desconfianza y el abandono de los ciudadanos, pero también el aumento del poder de los políticos.
En muchas autonomías españolas los feudos son insoportables y la pelea entre medios independientes y obsequiosos con el poder y sus prebendas suele acabar con el fin de los medios rebeldes.
Valencia no es la única aficionada a estas prácticas, aunque desde la era Zaplana se practican con devoción.
El lamento de quienes caen atrapados en las redes políticas son un grito de alarma para todos que debería llamar a la reflexión y a un cambio de actitud necesario para cualquier futuro.