Las ayudas financieras a la prensa por los poderes públicos nunca son gratis. Nunca. Más ayudas = menos independencia. No falla. Frédéric Filloux, editor de Schibsted (20 Minutos), denuncia en Libération lo mismo que ya comenté aquí: el plan Sarkozy reducirá la independencia de la prensa francesa, ya asaltada por los grandes magnates cercanos al poder.
"La política de subvenciones es contraria a la noción de independencia", dice Filloux, como también han alertado en España Juan Luis Cebrián o Pedro J. Ramírez.
Pero la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) se apresura a volver a reclamar ayudas como hizo en diciembre pasado.
Los editores se olvidan de las cuantiosas ayudas de las autonomías, que vienen de lejos, especialmente en autonomías como Cataluña, Galicia o Euskadi.
Y se olvidan también de la publicidad institucional y de los muchos ejemplares que compran los poderes y administraciones públicas.
La media de ingresos dependientes de los poderes públicos en la prensa española se calcula en alrededor del 20% de la facturación total. Menos en los grandes diarios y más en los pequeños locales.
También existen diarios castigados en algunas autonomías. Periódicos casi no reciben la publicidad institucional que fijan las leyes y no acceden a ningún tipo de convenios y contratos públicos. Su pecado: no plegarse al poder político.
Y las iniciativas de estimular la prensa entre los jóvenes han fracasado reiteradamente, como en Cataluña. Una oferta inadecuada, un cambio en los hábitos de lectura de los nativos digitales y el poco interés de muchos jóvenes por la información general es el problema, no el dinero.
Hace años que en España existen programas de prensa en la escuela, pero la bajada en la penetración de los diarios y en el índice de lectura -de 104 lectores por cada cien habitantes en el año 2000 a menos de 92 el año pasado- demuestran su escasa eficacia.
Para acceder a ayudas para una reconversión digital como a principios de los años 90 se dieron para la reconversión de las rotativas y talleres, sería necesario deslindar los editores con problemas graves de los que siguen ganando dinero, exigir una auténtica reinvención del negocio y los medios, además de garantías sobre el mantenimiento del empleo y la formación profesional de los periodistas. Dos asignaturas pendientes de la mayoría de los editores españoles.
De lo contrario las ayudas no harán sino empeorar una prensa ya poco independiente, burocratizada y más cercana al poder que a los ciudadanos.