Mañana estará en España el iPad. Y con su llegada se ha disparado el entusiasmo en muchos foros, incluso en los profesionales, sobre sus posibilidades para la lectura, tanto de libros como de diarios. Pero libros y diarios son materiales completamente distintos. En los libros, cuidado, tu librería estará presa de una plataforma propietaria y los ebooks no te pertenecerán con libertad.
Los diarios no tienen este problema. Sus contenidos son caducos y perecederos. Pagas o consumes su publicidad para informarte en el momento oportuno y luego su utilidad queda reservada a los archivos. Ahora más fácilmente accesibles en internet.
Pero en los ebooks pierdes su propiedad y tu libertad queda atada al uso de la plataforma. Tanto iBooks como las plataformas y aplicaciones de Kindle (Amazon) o Barnes&Noble no permiten acceder a los libros electrónicos que no se han comercializado en la propia librería.
En el iPad sólo se pueden leer libros de la tienda iBookstore o en formato ePub sin DRM (digital rights management), como los de librerías digitales españolas como Leer-e o Leqtor. Ambas utilizan el DRM de Adobe Digital Editions.
La nueva plataforma de Planeta, Random House Mondadori y Santillana, Libranda, también utilizará el DRM de Adobe y sólo permitirá seis copias. No he conseguido confirmación de si hay planes para desarrollar aplicaciones para iPhone o iPad.
Google promete solucionar estos problemas permitiendo la lectura en cualquier dispositivo y en la web con el próximo lanzamiento de Google Editions.
Los lectores deben ser cautos. La editoriales y los autores llevan mucho tiempo preocupándose de sus derechos de propiedad intelectual y del reparto de los derechos de autor. Pero preocupa muy poco garantizar los derechos de los lectores.
Todas las plataformas de ebook limitan el uso de los libros, las copias que se pueden hacer en distintos equipos y el préstamo, tanto privado como en bibliotecas.
En España no ha sido posible por el momento un acuerdo sobre el estándar de los libros digitales y los derechos de los compradores. Actitud diferente a la de los libreros alemanes, que han instado a las editoriales a evitar el DRM para no perjudicar el mercado del libro y a sus clientes (vía Joaquín Rodríguez).
Si los editores mantienen el DRM y las limitaciones al uso de los ebooks aumentarán la copia privada que tanto les obsesiona. Los usuarios no se fiarán de los libros en la nube (sin descarga) o controlados por cada plataforma de distribución y lectura. Como ocurre en la música, preferirán descargar los contenidos y copiarlos entre sus aparatos sin quedar atados al comercializador y su plataforma técnica.
La otra opción es reconocer que el ebook no pertenece a su comprador. Abandonar de una vez la obsesión de la propiedad de la copia, irrelevante en el escenario digital, y dejar de cobrar por la venta de cada libro (copia) para desarrollar un modelo de negocio de pago por lectura.
De esa forma, los lectores podrían elegir entre una copia de la obra, libre de restricciones de derechos de uso, o pagar por leer, con derecho a varias copias en función de los equipos y plataformas que se usen.
Lo más parecido al pago por visión con un modelo de vídeo bajo demanda: accesible cuando se quiere, sin la limitación temporal de la emisión.
Libros como servicio y contenido, no como venta de una propiedad: la copia.
Sería la mejor solución para que editoriales y autores mantuvieran sus derechos sobre el comercio editorial sin menoscabo ni engaño para los lectores. De esta forma se podría elegir entre esos libros que quieres poseer para siempre y los que sólo estás interesado en leer.
Comercio justo. Con derechos garantizados para editores, creadores y también para los clientes. Con condiciones transparentes y precio acorde al uso y formato de cada contenido.
Entretanto, cuidado con los ebooks. Quizá algún día cuando quieras releer alguna de tus obras favoritas puede haber desaparecido de tu ereader.