Por favor, señor presidente del gobierno, cambie ya el nombre. Demos a las cosas su nombre justo, el de su función. El Ministerio de Cultura no existe. Hoy es un Ministerio de la Propiedad Intelectual y el Negocio del Entretenimiento. Es cada vez más preocupante. Sobre todo bajo un gobierno que se declara socialista y que parece tener vergüenza de defender lo público.
¿Dónde está lo público en este ministerio? ¿Dónde la defensa de la cultura de todos? ¿Dónde la preocupación constante por el dominio público, por fortalecer e impulsar las nuevas formas de creación y cultura? ¿Dónde la homogeneización, agilización y transparencia de la gestión de derechos? ¿Dónde el mercado común europeo para poder comprar aquí lo que ahora compramos fuera?
El cine y las reclamaciones de una industria aterrada por los cambios tecnológicos, sociales y de consumo son sus grandes preocupaciones.
Leo el programa de las jornadas de digitalización cultural en la Biblioteca Nacional y las crónicas de la reunión y veo intervenciones sobre el negocio de la cultura, la propiedad intelectual de los creadores, la economía del libro o el proyecto Enclave que ha convertido la gran biblioteca de todos en una mala tienda donde su best seller sólo ha vendido 38 descargas.
Ni procomunes, ni ampliación del dominio público, ni una propuesta para las obras huérfanas, ni nuevos modelos de bibliotecas 2.0 (pdf) -como muchas sostenidas por bibliotecarios en lucha con la indiferencia institucional- ni nuevos modelos de propiedad intelectual abierta y flexible (sólo abordada de rebote).
Ni siquiera una invitación a los renovadores del sector editorial, que los hay aunque la miopía del ministerio y la presión de los grandes no les deje levantar la cabeza más de lo que sus fuerzas individuales pueden.
Pero todas las jornadas se inauguran con números, quejas del negocio, los alegatos de siempre de una propiedad intelectual que sólo protege el negocio de algunos y se empeña en no dejar desarrollar nuevos modelos voluntarios, abiertos y flexibles.
Pero lo peor, señora ministra, son sus esfuerzos denodados para resistir la ampliación del dominio público. Y el ministerio no sólo lo consiente, lo anima.
Tanto que su real aportación a la cultura popular es la promoción de las descargas por falta de otras alternativas razonables.
En este ministerio impera una visión economicista de la cultura y su creación. Sólo sabe dar subvenciones, imponer limitaciones a los ciudadanos, apoyar el pensamiento más rancio sobre la industria, primar al entretenimiento sobre la cultura y el conocimiento, despreciar los nuevos experimentos y valores para centrarse en la industria (competencia de otro ministerio), y olvida permanentemente que su función principal es defender la cultura de todos y el acceso de los ciudadanos.
La cultura no se crea sólo con dinero. Hace falta política cultural (sí, aquella invención francesa, sin complejos), apoyo a los nuevos creadores, talleres, formación y distribución para quienes no tienen espacio en lo comercial, promoción: la verdadera razón de un servicio público digital de contenidos y acceso.
Hace falta recuperar las obras huérfanas para todos, ampliar las obras de dominio público, devolver a la ciudadanía todo lo financiado con dinero público a través de licencias abiertas para su uso y disfrute, crear nuevos canales de encuentro entre autores y público, etc.
Lo que sobra es hacer informes de baja calidad, protestados por el propio sector. Transgredir la función principal de las grandes instituciones culturales públicas para convertirlas en malas promotoras del negocio. Perseguir a los ciudadanos sin ofrecerles alternativas adecuadas a sus hábitos y demandas culturales.
Muchos echamos de menos una institución de promoción de la cultura de todos, del patrimonio imprescindible y de lo nuevo que aún no conocemos.
Y sobra tanta demagogia y confusión.
Tony Judt, en los últimos días de una vida que se agota en la parálisis, defiende que lo único que sobrevive de la socialdemocracia es la defensa de lo público. Muchos coincidimos con esa visión y con la necesidad de un sector público eficiente, transparente, activo y volcado a defender lo de todos. Este ministerio hace mucho que no cumple esa función.
Ciérrenlo y devuelvan el dinero.