J.D. Salinger cumple 90 años y la prensa se llena de panegíricos del autor de El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye), una de las novelas más sobrevaloradas de todos los tiempos. Literatura adolescente para pijos. Corrección política que sirve a los biempensantes para explicar la rebeldía sin causa de la juventud.
Eso es El guardián entre el centeno, aunque esté bien escrita, tenga frases ocurrentes e inaugure una literatura adolescente que sigue existiendo. Todo esto explica la pasión de los medios y de cierta crítica.
¡Pero le falta tanto! Nabokov mirando de reojo.
La mejor obra de Salinger es su desaparición, su ausencia para regodearse en la fama aplaudida para quien sabe que su obra podría ser mejor, como bien explica Alejandro Gándara en El Mundo ($).
Le falta la rebeldía, el horror y la maldad real del pataleo. De los beats al punk y el grunge. Le falta la vida de la calle. El guardián siempre me recuerda aquella frase de Lou Reed sobre Jim Morrison: "No aguantaría dos minutos en The Factory".
La puta vida, la vida en las calles, la contracultura que ha marcado tantos años, desde los 50 hasta ahora mismo, no está en Salinger. Está en el Aullido de Allen Ginsberg, en la fiesta salvaje y continua de Jack Kerouac y los viajes de William Burroughs (hace poco reeditados con buen ojo por Anagrama).
Y, por supuesto, en la mala leche y mejor prosa de Norman Mailer y su teoría del hipster.
Está en el santo Jean Genet, al que hoy celebra Juan Goytisolo en El País porque se cumplen 60 años de Diario del ladrón. Una obra mucho más importante, terrible y bella que El guardián.
"Si, conminado por un impulso del corazón, elegí yo el universo en que me complazco, al menos puedo descubrir en él los numerosos sentidos que deseo". Genet eligió el otro lado de la realidad y se zambulló con la energía del Rimbaud mercader de esclavos. Como Baudelaire, William Blake, el V. de Thomas Pynchon (otro de los grandes ausentes voluntarios).
Las correrías de Holden Caulfield son una época y la inmersión en el sueño americano que florecería en los sesenta. Incluso tienen escenas demoledoras, como cuando visita a su profesor Spencer y lo encuentra enfermo, leyendo el Atlantic Monthly (revista para viejos donde las haya otra vez, ahora que ha cerrado una buena época), rodeado de pastillas y oliendo a Vicks Vaporub (recuerdos de la infancia en los sesenta).
Otra que me gusta es cuando acusa a su hermano de cómo puede leer con placer al mismo tiempo Adiós a las armas y El Gran Gatsby.¡Obvio! Holden, por supuesto, es fan de Gatsby.
"Llamo violencia a una audacia en reposo enamorada de los peligros". Palabras del ladrón Genet que dignificó lo más vil y nos arrastró al infierno con el lenguaje mientras Salinger utiliza la verborrea rápida de Caulfield para vivir la vida instantánea de la adolescencia: "¿Cómo sabe uno lo que va a hacer hasta que llega el momento?".
Mira la foto de arriba. Una de las mejores obras de Salinger. El viejo ausente enfadado porque todos lo citan, lo quieren ver, lo adulan. Contrasta con la pinta de bonachón de Genet después de vivir tanto tiempo en los infiernos.
Vale la pena leer a los dos. Salinger es el pop. Con Genet empieza la genealogía de Lou Reed, Patti Smith, Bowie, Tom Waits, Nick Cave y tantos.
Epílogo: Por cierto que en la devoción de El País por Salinger resuena el eco del fracaso del diario idiota de Carlos Cay publicado este verano y en el que ahora se insiste. Interés obliga.