Es la maldición de la postpolítica. Donde las ideas y las ideologías están vacías sólo queda la representación emocional. Sólo de esa forma el votante sigue siendo ciudadano y apuesta por la democracia formal en la era del ciborg sentimental.
Al PSOE y al PP sólo les quedan las emociones y la empatía con los votantes para ganar votos. "El mensaje tiene que ganar en contundencia y en intensidad emocional", dice un documento interno del equipo socialista de campaña.
A Zapatero el PP le ha robado la cartera. Frente a la defensa de las realizaciones de cuatro años de gobierno marcados por el debate territorial, el terrorismo y las políticas de derechos sociales (igualdad, ampliación de derechos, dependencia, ciudadanía, etc.) Rajoy ha desenfundado con la biopolítica y la economía para hacer estallar los planteamientos de precampaña.
El líder del PP ofrece seguridad donde el miedo produce más inseguridad que la realidad. Autoridad y firmeza contra el tembleque del votante miedoso. Identificación con los grupos sociales más próximos: católicos, nostálgicos de una España más una, afectados por diversos enemigos (de Afinsa a la AVT) y una apelación a la confianza.
"Usted fíese de mí. Puede estar de acuerdo conmigo o no, pero fíese de mí", le dijo Rajoy a Buenafuente en su entrevista de la pasada semana.
Y le dijo algo más: "Yo defiendo los principios del socialismo, los que el PSOE y el gobierno de Zapatero han abandonado". Y Bono se estremeció en su sillón de las oportunidades perdidas.
Alfonso Guerra, seguro, masculló y pensó en cómo el PSOE se ha dejado arrebatar la imagen de único partido popular nacional.
Emociones para el votante que entrega su papeleta como el que cambia cupones de descuento en el supermercado.
Se trata de que se vote sin pensar. Rápido. Con el corazón, no con la cabeza.
"Tenemos la tarea ineludible de cortar de raíz y con toda contundencia el intento de Rajoy de ganar proximidad con un discurso de corte populista. Rajoy tiene acuñada la imagen de un politico alejado de los ciudadanos y no podemos permitir que corrija esa imagen", reflexiona el PSOE.
Y en el PP se afanan por acercar el candidato no a sus votantes, con los que ya se identifica, ni con los votantes volátiles, a los que gana por la biopolítica del miedo. Rajoy va a por los socialistas modosos y los desencantados con Zapatero. La izquierda que no se fía de propuestas sin política.
Y la fácil preocupación por la economía siempre ayuda.
En identificación emocional Zapatero gana a Rajoy en las encuestas. Los dos se la jugarán en los nuevos anuncios televisivos de campaña y en los debates electorales.
Y ante tan poca diferencia en juego, los grupos sociales de apoyo, los que pueden inclinar a ciertos votantes a través de propuestas muy concretas (ecologismo, contra el canon, por la familia tradicional, por los derechos de los homosexuales, trabajadores autónomos, etc.) cobran una gran importancia.
En la biopolítica importa lo que está más cerca. La satisfacción de problemas inmediatos unidos para construir las identidades frágiles superan a un bien común desvanecido. Es la volubilidad de la ciudadanía 3.0.
Zapatero y Rajoy se baten en los escenarios emotivos de la política del espectáculo y también en la guerrilla del activismo de las coaliciones frágiles perseguidoras de soluciones a problemas de grupo. Concretos. Urgentes.
La pregunta de JM Coetzee en Diario de un mal año tiene cada vez más importancia: en democracia, "¿quién sirve a quién? ¿quién es el siervo y quién el amo?
Las tendencias electorales del último mes en Google Trends y la diferencia política y emocional: