Philip K. Dick murió hace 25 años pero sus ovejas eléctricas y sus replicantes nos persiguen con el brillo de sus ojos. Recuerdos de más allá de Orión convertidos en sentimientos. Política del consumismo frente a derechos y libertades. Bienestar de unos pocos frente a bien común. El ciborg sentimental cuida de su vida y se desentiende de los otros como si fueran máquinas inservibles.
El ciudadano de la razón, paradigma moderno, convertido en el homo eligens de Zygmunt Bauman en perfecta simbiosis con el mercado, también el político.
¿Eres un Blade Runner? Seguramente no. Hoy somos más bien replicantes, robots que pasan el test de Turing porque somos capaces de conversar y simular la razón cuando casi todo lo que nos mueve es el sentimiento.
Tantos años después de aquella película de lluvia ácida, el brillo de la pupila nos delata. Necesitamos una habitación china como las de John Searle para saber si somos humanos.
Se me juntan en la prensa del sábado los ecos de Dick con el barullo de razón y sentimientos de las últimas decisiones políticas.
Félix Ovejero avisa en ABC: "Para el republicanismo los ciudadanos no tienen otro compromiso que la defensa mutua de sus derechos y libertades. Discutimos y deliberamos, y eso se traduce en una ley que asegura la libertad (..) Cuando la deliberación entre ciudadanos se sustituye por la negociación entre pueblos, se ha quebrado ese ideal de justicia y de democracia".
La desaparición del bien común por el interés de unos cuantos, el nuevo tribalismo de las comunidades virtuales (diapositiva 11) y de los nacionalismos.
Vivimos la era de la desaparición de la ciudadanía y el albor del ciborg sentimental. Sentimos, es lo que nos diferencia de las máquinas -por ahora- y ampliamos nuestra sensorialidad y nuestra capacidad de comunicación interpersonal con el entorno y las herramientas digitales.
Empujados por la inmediatez del consumismo y la presión autoconstructiva de la identidad líquida nos reconocemos con los otros en el sentimiento. Las ideas no valen si la marca no está bien publicitada. Mejor concreciones cercanas, política de la vida cotidiana para estómagos acostumbrados a la rutina de la buena vida, que esfuerzos sin recompensa inmediata. ¡Qué cansado es ser martir o héroe! ¡Que lo sean los androides! A nosotros nos llega con la celebridad del buen momento (otra vez Bauman).
Sólo los androides trabajan en las minas exteriores, demasiado lejos de los centros comerciales.
Aquí vivimos la era hipermoderna. Sonríe al anuncio. Aceptamos las ideologías del bienestar, pero no las incomodidades para lograrlas. Somos abiertos y humanitarios, pero sólo lo justo, mientras el bienestar propio sobrepase el ajeno.
El estado se corta en rodajas para manejar mejor el bienestar propio. Vivir bien es mejor que ser libres y responsables. Ya lo dijo Rubert de Ventós con su definición del estado de las autonomías como el estado patrón, soberano y proveedor de las cosas de todos los días.
"Cuando la comunidad colapsa, la identidad se inventa", ha dicho Eric Hobsbawm. ¿Quién necesita mitos? Sólo la propaganda política. Al pueblo le llega con el bienestar, o su mito consumista.
"He visto naves en llamas..."
Retruécanos de la identidad líquida y la Ciudadanía 3.0
Pity would be no more,
If we did not make somebody Poor:
And Mercy no more could be,
If all were as happy as we
William Blake. The Human Abstract