El absurdo contrato propuesto por Mariano Rajoy para los inmigrantes no es nuevo en España. La intención de convertir al extranjero, de someterlo a los valores y costumbres más allá de las leyes y los derechos es ley de castellano viejo.
Su embanderamiento por Rajoy reafirma una vez más lo poco de liberal que tiene el PP y lo mucho de conservador y autoritario que le anima.
Es la política del miedo de todos los días.
Los profetas de la catástrofe no tienen otros argumentos.
Rajoy se empitona y se emboza de Cardenal Cisneros. Cuenta nuestra historia que cuando los Reyes Católicos entraron en Granada en 1492 no les gustó el aire árabe, morisco, de la ciudad. Encomendaron a fray Hernando de Talavera la conversión de los mudéjares y el primer arzobispo de la ciudad se entregó a la predicación y los argumentos.
Tanto que le llamaron el santo alfaquí.
Pero cuando los monarcas volvieron en 1499 se espantaron de las costumbres moras que perduraban y cambiaron al bondadoso fray Hernando por el Cardenal Cisneros.
Y comenzó la quema de libros, las torturas, las presiones y la conversión forzada o premiada. Tanto que los moriscos se rebelaron en el Albaicín y el levantamiento se extendió por las Alpujarras hasta ser sofocado con gran mano dura.
Rajoy se siente Cisneros apaudido por palmeros como Miguel Arias Cañete, ese señor que acostumbrado a las atenciones de sus amigos latifundistas, para los que tanto trabajó en el Ministerio de Agricultura, se siente mal servido por los camareros inexpertos.
Santiago y cierra España, entonan los conservadores como el rey Alfonso VIII, que veía la batalla perdida y arengaba a sus tropas a no ceder contra los árabes en la Reconquista.
Lo más rancio del pensamiento conservador español vuelve y es aplaudido con fervor en la derecha mediática y entre los fans del líder del PP en las redes sociales. Tan acríticas.
Pero confunden los valores con las costumbres, como les dicen quienes los apoyan, y por supuesto olvidan la ley y la realidad.
Da igual. En elecciones todo vale. Es la banalidad de la democracia.
Cerrar España. Cerrar Europa.
Los líderes políticos se aferran a los muros ante la falta de ideas y olvidan el cosmopolitismo, la sociedad abierta, el talante liberal que son la cuna de la civilización europea.
El miedo da más votos y mantiene a las conciencias domadas ahora que el infierno vuelve a estar plagado de pecadores (Rouco sonríe al resguardo del palacio arzobispal).