Wednesday, February 20, 2008

El debate electoral más casposo

Al final los partidos han elegido el peor de los debates posibles. Era de esperar. Es una práctica habitual de nuestros partidos políticos.
Un temario acotado hasta la extremaunción. Sin público. Un moderador con el único poder del reloj. Escasa o mínima -todavía está por decidir- inclusión de la participación de los ciudadanos. Y una vuelta al pasado: los moderadores serán Manuel Campo Vidal, ya lo fue en 1993, y Olga Viza.
Al final el Instituto de Comunicación Empresarial (ICE), la empresa de Campo Vidal, es la ganadora. Coloca a su patrón y a una de sus empleadas. Por cierto que el otro moderador de los debates de 1993, Luis Mariñas, también trabaja para Campo Vidal.
Los partidos han vuelto al punto de partida. No salimos de 1993. Tanto atar una fórmula que no es debate, sino una sucesión de monólogos, como se vieron en las anteriores municipales y autonómicas.
Un sólo hombre aprovecha la cruzada del PP en favor de las privadas Antena 3 y Telecinco para acabar expulsándolas de un espacio en el que ya no ven ventaja de audiencia y marca.
Impresentable.
Los partidos vuelven a despreciar a los ciudadanos imponiendo un pseudodebate después de haber dado una imagen lamentable durante las negociaciones.
Se han negado a abrir lo suficiente el debate y sólo consiguen al final copar espacio público, asegurarse de que esas dos noches del 25 de febrero y el 3 de marzo casi todos los medios repitan sus alegatos. Y la cola del día siguiente hasta la extenuación.
Todo con un modelo de televisión anticuado, cuando la realidad y los ejemplos de otros países van otra vez por delante. Con moderadores de otros tiempos, que ni siquiera son ya figuras de la televisión.
¿Es que los presentadores exitosos de hoy en día como Matías Prats o Lorenzo Milá, por citar sólo algunos, no merecen una oportunidad aunque trabajen para cadenas?
Pero los partidos, y muy especialmente el PP, han demostrado que este no es un debate de ideas. Sólo les interesa la propaganda.
Y una vez más nos conformamos con reducir la democracia a un remedo secuestrada por el bipartidismo y privatizada entre amigos.