Julio Alonso ha muerto tras una denonada lucha contra el cáncer de cinco años. Cinco años en los que nos volvió a dar una lección a todos, como las que siempre daba: de vitalidad, amor por el periodismo y, sobre todo, profunda honestidad y humanidad.
Julio ha sido un amigo y maestro durante muchísimo tiempo, desde que en El País me enseñó hace ya más de 20 años a amar la tipografía dotada con pleno sentido, que más tarde a los dos nos redescubriría el hipertexto.
Fue fundador de El País, coautor imprescindible de su modelo editorial y gráfico y un referente para toda la profesión por su maravilloso Libro de Estilo, el primero y más completo de la moderna prensa española. Allí crearía una escuela inagotable.
Hace ya unos cuantos años volvimos a reírnos y competir, él como asesor del Grupo Joly y yo como responsable con Miguel Larrea de la expansión de Vocento en Andalucía.
Y para celebrarlo nos conjuramos luego en la fundación de Cuadernos de Periodistas, la revista profesional de la Asociación de la Prensa de Madrid que con Fernando González-Urbaneja pergeñamos, hastiados de que en España no fueramos capaces de tener publicaciones profesionales de alto nivel escritas por periodistas.
Periodista nativo y de raza, inmigrante digital, empezó a escribir un blog, Visión, hace ya unos cuantos años, que luego se integraría en los medios digitales de Joly. Y siguió reflexionando sobre el periodismo, sus cambios y desafíos con su aguda inteligencia. Pensando y escribiendo hasta tener al cáncer contra las cuerdas.
No te venció, Julio. No te venció.
Alta velocidad | Ha muerto un periodista con las botas puestas