¿Es el fin del gratis total en internet? Te cobran si quieres música sin anuncios, crecen en los móviles las aplicaciones de pago por contenidos, gigantes como Google cierran servicios y nuevas estrellas como Twitter o Spotify rebosan anuncios si no pagas. El derrumbe de la publicidad por la crisis hace temer un nuevo pinchazo de la burbuja y muchos se preguntan si el futuro de los medios y la tecnología volverá a ser de pago y resonará de nuevo el viejo grito de el contenido es el rey.
Tranquilos. La gratuidad no es una característica esencial del mercado digital. La abundancia, sí. Y el mundo digital crece. ¿Qué mejor que una crisis económica para la economía de lo gratis? Menos dinero = más valor para lo gratuito.
Sufrimos la venganza de la abundancia, no la crisis de lo gratis. La explosión de servicios y contenidos digitales ha erosionado su valor. Todo está a un clic. Pocos son capaces de cobrar por lo que otros dan gratis. La maldición ha caído sobre los medios, la tecnología, los contenidos y el propio mercado financiero con sus derivados, el crédito fácil para redistribuir el riesgo.
Hasta los móviles, tótem del ciberconsumo, regalan música y permiten llamadas gratuitas o a cambio de publicidad. Los defensores de la vuelta al pago en internet olvidan que hay más contenidos gratis que nunca, de más creadores –y muchos profesionales, como las televisiones-, con más redes de distribución, agregadores y filtros, y con barreras de acceso tan bajas que constantemente surgen nuevos proyectos y servicios. Muchos no conseguirán dinero para crecer por falta de interés, suerte o mercado. Otros, sí.
Una parte de su negocio será gratis, crece el modelo freemium: mucho gratis de baja rentabilidad, poco de pago con altos beneficios. Los viejos medios y tecnologías pueden olvidarse. Su problema no es la gratuidad, sino su incapacidad para rentabilizar su actividad. Un día fueron vacas lecheras –en terminología marketing- y hoy son perros, productos de bajo beneficio que lastran a las empresas. Es el mal de los diarios, atrapados en su producto y negocio tradicional. Pero otros sabrán sumarse al éxito del agua embotellada: cobrar por lo que otros dan gratis mejorando su envase, su disponibilidad y distribución, su imagen y su valor. El contexto es el rey, no el contenido.
Columna semanal en Público