Es el triunfo postmortem de un nuevo maldito. La crítica que tan poco caso le hizo en vida saluda ahora el ambiente posmoderno de su obra, los rumores sobre las drogas y el propio Jonatham Lethem, autor que retrató los bombeos y viajes de la era del funk y el punk, cantó todas sus alabanzas para el atrevimiento de Bolaño al ser capaz de escribir en una novela todos los nombres del mal.
Pero estoy con Ignacio Echeverría. Exceso de cacofonía. Distorsión y fascinación por el malditismo de quien hace años no recibía semejante atención quizá, como dice Echeverría, porque los autores españoles lo envidiaban y eran incapaces de escribir la posmodernidad como él. Quizá porque a muchos no les gustaba su duro juicio sobre la literatura que lo rodeaba.
Pero nada describe mejor la bolañomanía que sus propias palabras:
"Durante un tiempo la Crítica acompaña la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan… Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola…"