Bill Keller pasará a la historia de The New York Times por ser el director que más explicaciones (Irak, escándalo Valerie Plame) ha tenido que ofrecer a los lectores. La conducta del periódico, sus informaciones, la presión de la Casa Blanca y el acecho de los lectores a través de la blogosfera son las principales causas.
Pero Keller seguramente no esperaba el ataque sucio de otra prensa. Para que vean los que siguen creyendo que España es diferente. Los editorialistas de The Wall Street Journal han publicado un artículo donde atacan al Times (su gran oponente como diario de referencia nacional) por publicar las informaciones sobre el espionaje del gobierno a cuentas bancarias en su lucha contra el terrorismo.
El Journal acusa al Times de no respetar "las obligaciones de un diario en tiempo de guerra". Los editorialistas denuncian al periódico neoyorkino por su política contra Bush y lo acusan de mala fe. "El Times cree que los Estados Unidos no están realmente en guerra, y en cualquier caso creen que al gobierno Bush le falta legitimidad para librarla".
Los directores de The New York Times y Los Angeles Times, que también publicó la información, han defendido su decisión y afirman que la prensa está para mostrar a los ciudadanos cómo actúa su gobierno.
El WSJ reconoce que publicó la historia después de que Tony Fratto, del aparato de comunicación de la Secretaría del Tesoro (Ministerio de Hacienda) llamase a uno de sus reporteros para ofrecerle la información. El Tesoro había intentado disuadir al Times de publicar el espionaje de cuentas bancarias, pero no lo habían conseguido.
Así que la solución fue llamar al Journal y ofrecerles la historia, para lo que incluso se desclasificó información hasta entonces reservada.
Sólo por decencia deberían callar.
Pero los republicanos y sus medios afines se han lanzado a la descalificación del Times, al que parecen considerar la verdadera oposición demócrata en un escenario cada vez más politizado.
Opinión contra información.
Este es uno de los principales problemas. La decisión de The New York Times y de Los Angeles Times puede ser discutible, pero lo que parece cabrear a la Casa Blanca y a los medios afines a los republicanos es la victoria de la información sobre la política.
John Hartwood, jefe de política del WSJ, discrepa del editorial de su periódico y marca distancias entre las páginas editoriales y las informativas. "Existe una gran diferencia entre la perspectiva ideológica y la filosofía de las páginas de opinión The New York Times y las del WSJ. No hay una gran brecha ideológica entre las redacciones informativas de los dos periódicos, ¿por qué debería haberla?".
Hartwood mete el dedo en la llaga. En la opinión se puede discrepar y cada uno tendrá sus razones. En la información, el juicio es del lector.
Información contra poder político y sus posibles abusos incluso en la defensa de la democracia.
David Remnick, director de la prestigiosa The New Yorker (en tiempos conservadora y apolítica, ahora icono anti Bush gracias en parte al gran Seymour Hersh), denuncia la perfidia de la Casa Blanca y los neocons, sus intentos de doblegar a la prensa después de haber construido una "máquina ideológica de ruido" con la que encubrió la verdadera información sobre la invasión y ocupación de Irak.
Remnick resucita el síndrome Watergate como hace el editorial del WSJ. Acuñado por Davis Buzz Merritt, uno de los creadores y defensores del periodismo cívico describe esa pulsión de cierto periodismo por derribar gobiernos y crear brechas ideológicas cuando debería preocuparse por las cosas de la vida cotidiana y revivar la participación de la ciudadanía.
El problema es que con un Partido Demócrata con luchas fraticidas y sin líderes claros, los republicanos ven más enemigos en la prensa que en los políticos. Sólo ellos y sus medios más afines (WSJ, National Review, Fox y la miríada de blogs que amplifican la máquina de ruido) parecen creerlo.
Hasta la tradicional y seria Time ha salido en defensa del Times con un artículo de su director, Richard Stengel, que ante la división de siempre, "el gobierno dice que es por nuestra seguridad, la prensa que es por nuestra libertad", recuerda a la Casa Blanca que "nadie tiene un cheque en blanco".
El director de Time no olvida la última embestida de la Casa Blanca contra la revista creada por Henry Luce, un convencido patrón republicano, cuando informó de la responsabilidad norteamericana en la matanza de civiles iraquíes en Haditha.
Política contra periodismo. Información como arma política. Los medios haciendo política ante la incompetencia de los políticos. Letanía repetida en tantos sitios.
Lo peor, como reflexiona Max Frankel, uno de los grandes directores del Times, es la ideologización del público. "Los que creen que The New York Times es el enemigo continuarán creyéndolo, aquellos que creen en la función de la prensa, incluso en tiempo de guerra, se reirán". Fracturas ideológicas más allá de los argumentos y la información.
Arthur Ochs, fundador del moderno The New York Times y primero de la estirpe de sus dueños, intentó en 1896 despegar el periódico del Partido Demócrata, al que entonces obedecía, para cerrar la era de la prensa de partido y comenzar la de la moderna prensa informativa. Escribió una declaración de principios en la que prometió que "dar las noticias imparcialmente, sin temor ni favor, sin tener en cuenta a los partidos, sectas o intereses relacionados".
Más de un siglo después, el Times continúa intentándolo con la información mientras otros se cobijan bajo el miedo y las amenazas. A los otros medios, a los ciudadanos, a los políticos. Y el miedo es uno de los peores enemigos de la democracia.