La reacción de tanta gente sobre el nefasto accidente de metro de Valencia en muchos comentarios (más, otros, más, blogs) resalta la distancia entre la gente y los políticos, y el enorme grado de sospecha que pesa sobre la vida pública.
Frente a la política de los grandes fastos, las inauguraciones, el dinero gastado a espuertas en la política espectáculo y en un modelo de desarrollo entregado a los servicios y el turismo, los ciudadanos demandan atención a los problemas de todos los días.
Parece imponerse la tesis del exceso de velocidad en el accidente que ha causado 41 muertos, pero las denuncias sobre el estado de la vía, la más vieja del suburbano valenciano (en realidad en parte metro y en parte cercanías), surgen desde muchas instancias, personas y medios.
Cada accidente, cada tragedia vuelve a demostrar la distancia entre la gestión de las cosas cotidianas y la búsqueda de grandes obras y réditos electorales, más allá del color del gobierno.
Dos cosas son especialmente preocupantes:
>> la escasa denuncia pública de los problemas y la poca atención que se les presta hasta que son noticia, normalmente trágica;
>> la continuidad de una política más preocupada de vender espectaculares obras y cortar cintas que de atender con eficiencia la gris gestión de todos los días, difícil de rentabilizar electoralmente porque los ciudadanos presuponen el funcionamiento de los servicios públicos.
Para esa denuncia y esa participación de la ciudadanía deberían servir los medios (incluidos los públicos, como la muy criticada televisión valenciana), muchos muy alejados de la sociedad y demasiado cercanos a los políticos. Es la esperanza de los medios sociales, contaminados en demasiados casos de una obsesión ideológica que no ayuda a superar esta falta de participación y vigilancia ciudadana sobre las cosas públicas.
P21 | 34 muertos y muchos testimonios