En Madrid, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega impulsó desde el mes de mayo una fuerte labor de coordinación de los medios humanos y materiales de las comunidades autónomas para evitar tragedias como la del año pasado, cuando un retén murió en Guadalajara.
La ley ha sido reformada para prohibir la especulación urbanística con los terrenos quemados, pero la maldad y el terco error sigue y seguirá hasta que unos cuantos descerebrados caigan en que la legislación ya no permite su enriquecimiento sobre la ceniza.
Quizá falte todavía una mayor persecución penal, aunque la creación y especialización de una nueva fiscalía de delitos medioambientales puede ayudar.
Carnota, Lira, Louro ya han sido cercados por el fuego. En la laguna de Louro las llamas devoraron gran parte del espacio natural donde las aves marinas anidan y crían. El año pasado arrasaron el pinar de Ancoradoiro. Este año ya fueron a por el verde tenaz que resistió.
Carnota vuelve a tener una corona de llamas. Sus bosques son ahora piedra dura y desnuda como los de O Pindo.
No paran.
Por las pistas forestales suben en sus motos los pirómanos pagados para dejar su reguero de fuego y destrucción.
Hay más ley. Falta conciencia. Romper el silencio protector. Las mentiras de quienes prometen inversiones turísticas, recalificaciones, mucho trabajo. Sujetar esos ayuntamientos propensos a las banderías y las rupturas por poca cosa mientras el futuro se esfuma en este humo negro, maldito.
El fuego quema el futuro de todos. La esperanza de vida de calidad. Los niños sufren por los árboles y los animales que nunca conocerán.
Y luego la erosión, la riqueza efímera y un futuro de ladrillo abandonado. Mausoleo maldito de una belleza arrasada.