El terrorismo tiene muchos efectos perniciosos más allá de los muertos, los secuestrados, las amenazas, los daños. Uno de ellos es maniatar el legítimo ejercicio de la crítica y el pensamiento.
La fiscalía de la Audiencia Nacional ha presentado una querella (vía Escolar) contra el autor de un artículo satírico contra el Rey Juan Carlos por el sospechoso incidente de su cacería de osos en Rusia el verano pasado.
En Las tribulaciones del oso Yogi, publicado en Deia y Gara por el filósofo Nicola Lococo, se critica la supuesta cacería real de un oso amaestrado y borracho, como otros muchos -entre otros, yo, con crítica que reafirmo- hemos hecho.
El artículo cuestiona la irresponsabilidad real sancionada por la Constitución y califica al Rey de "mequetrefe".
A aquel argumento y a este exceso se agarra la querella por injurias graves. Insultar siempre está de más. Sobre la irresponsabilidad real se puede hablar largo y tendido y todos tenemos el legítimo derecho de cuestionarla, como a la propia institución monárquica. Y también, como ciudadanos, podemos y debemos vigilar el comportamiento de sus miembros.
¡Faltaba más!
El soberano puede ser legalmente irresponsable, pero no lo es moralmente ante sus súbditos. La discusión sobre la responsabilidad ante el pueblo es históricamente larga, pero sin duda una democracia constitucional moderna no se puede permitir ni excesos ni comportamientos inadecuados a riesgo de perder el apoyo popular.
Y sin ese respaldo la monarquía no es nada.
Podemos criticar a los reyes, por supuesto, como a los dioses. Con argumentos, mejor. Pero es peor un excesivo celo cuyo peligro es ahogar la libertad de crítica de los ciudadanos.
Aguantar las críticas, incluso algunas algo desaforadas, le va en el sueldo al soberano. El manto real debe proteger de nimiedades como las de esta querella. El celo de la fiscalía estaría mejor empleado en asuntos más graves.
P21 | ¿Qué hacía el Rey en Rusia?