Eliminar la duda de la espera. Sustituir la indefinición de la herencia biológica por una seguridad genética. Diseñar hijos para estar seguros de nosotros mismos.
La sociedad del miedo ya tiene instrumentos para acabar con uno de los temores más atávicos de la humanidad: la trascendencia personal en el futuro de la descendencia. La biotecnología abre nuevas perspectivas para alcanzar una certeza -al menos genética y psicológica- sobre el futuro de los hijos.
Sin sorpresas. Sin intervención divina ni entrega a la naturaleza. Diseño biológico basado en la genética de los otros, de los perfiles paternos admirados. Hijos de diseño adquiridos en las nuevas boutiques de la vida. Fecundación in vitro de marca.
Ya hay empresas que más allá de usar los análisis genéticos y el diagnóstico preimplantacional para ofrecer a los futuros padres su descendencia soñada: sanos, bellos, fuertes, inteligentes.
Criterios: buen historial clínico de los progenitores, adecuada composición genética, raza, sexo, complexión, historial intelectual familiar... "Los sueños se hacen realidad", es el lema de The Abraham Center of Life. Con su Primer Banco de Embriones Humanos, la compañía de Texas quiere ofrecer las mejores opciones (artículo reeditado en español en ABC) a quienes quieren ser padres pero la esterilidad se lo impide.
Esa maldición puede ser la autopista de la mayor satisfacción parental. Garantizada. Embriones de marca a 2.500 dólares y un total de 10.000 dólares por cada intento de fecundación.
Escoja en el catálogo de embriones congelados con certificado de los mejores antecedentes (padres) para cada necesidad o espere tranquilamente una nueva donación adecuada a sus gustos y demanda.
Eugenesia de diseño para un mundo feliz.
Jennalee Ryan, directora de The Abraham Center of Life, avisa (pdf): no vaya a una clínica cualquiera para recibir un embrión sin la adecuada elección.
Acuda a los expertos, a quienes usan un sofisticado banco de datos que le ayudará a evitar peligros como la implantación de embriones de calidad dudosa, muchos resultado de tratamientos de fertilidad; cuidado con las consecuencias emocionales y sociales de que el embrión acabe en un hijo no adecuado para las condiciones familiares y, por supuesto, no se preocupe por la futura molestia de que los padres biológicos aparezcan con cualquier pretexto, esto es una empresa seria y la discreción está garantizada.
Trabajamos para usted.
La empresa tejana rechaza las dudas éticas de la selección genética. Su directora afirma que sólo ayudan a escoger la mejor herencia genética sin intervenir en el diseño de los bebés. Sólo se hace por nuevos métodos lo que cualquier especie hace en la naturaleza: los individuos escogen la mejor pareja para sostener su herencia biológica.
Muchos expertos rechazan esta visión y protestan contra el concepto de la vida como materia prima maleable y mercadería. Otros no ven nada extraño en asegurar de quién proceden los óvulos y el esperma de los embriones que serán niños de otras parejas.
La selección ya existe, aunque de forma relajada y sin excesivo detalle, en las inseminaciones realizadas en tantos tratamientos de fertilidad. Y lo mismo con la adopción, cuando se elige a qué país o zona se recurre (características raciales y sociológicas) y se estudia la mejor opción de edad para la adaptación de padres e hijos adoptivos.
Surge un nuevo concepto: beneficencia para la procreación, la intención de crear las mejores posibilidades posibles para el desarrollo de la descendencia. Lo que siempre han hecho los buenos progenitores extendido hasta la selección genética. Si podemos evitar futuros problemas, ¿por qué no hacerlo?
¿Utopía para un mejor futuro humano o pesadilla distópica y genética totalitaria?
Quienes se oponen hablan de reduccionismo genético, devaluación de la vida humana y de su dignidad, etc.
Los favorables a la selección de embriones argumentan a favor de la extensión de la búsqueda de bienestar de la vida humana. ¿Cómo reducirla a después del nacimiento cuando podemos empezar antes?
La legislación española (Ley de Reproducción Humana Asistida), como otras, permite la utilización del diagnóstico preimplantacional para evitar enfermedades hereditarias y garantizar la viabilidad del preembrión, pero no permite otro tipo de intervenciones selectivas o de diseño genético.
La técnica de The Abraham Center of Life no altera los genotipos ni embriones. Sólo los elige escogiendo a los mejores donantes de óvulos y espermatozoides.
Se respetan las prohibiciones, dicen, pero el filo de la ley y la ética es cada vez más incierto.
La realidad es que cuando las técnicas existen, se emplean. Y en asuntos tan vitales como la vida humana y nuestra propia trascendencia la gente no se frena. Hasta donde no se llega en un país puede alcanzarse en otro. Donde una legislación estricta lo impide se puede encontrar otra más laxa y sus resquicios.
Además de los límites de la vida y la dignidad humana aparece el riesgo de nuevas diferencias de clase: quienes disponen de recursos económicos para acceder a las mejores técnicas y condiciones legales lo hacen sin pararse en fronteras. Los menos agraciados económicamente deben esperar y respetar las fronteras legislativas y asistenciales.
Clasismo genético.
Quienes pueden, emplean todas las técnicas. Los menos agraciados siguen dependiendo de los servicios públicos y de la evolución de las leyes en tiempo de ciencia acelerada.
La decisión de los príncipes de Asturias de guardar células madre del cordón umbilical de su hija Leonor en un banco privado norteamericano es un ejemplo reciente.
La elección de los príncipes rompió la doctrina de solidaridad oficial defendida en España por Organización Nacional de Transplantes y la preeminencia de los bancos públicos de cordones umbilicales, donación para enfermos compatibles sean de la familia o no. Principios combatidos ahora por los defensores de los bancos privados, animados además por las deficiencias del sistema público.
La cuestión sobre la vida y la dignidad es la primera pero no la única planteada por la moderna biotecnología genética. Los seres humanos futuros pueden estar más o menos diseñados genéticamente, pero para que la utopía no acabe en distopía cualquier avance no debe ser nunca desigual desde el principio. Ni por motivos raciales, de sexo, religiosos, sociológicos o económicos.
Un nuevo mundo con supermercados de la vida para unos y boutiques genéticas para otros no nos asegura la biología de la liberación propugnada por algunos.