Otra vez el espectáculo político e informativo sobre la tragedia. Una obra trágica donde lo peor del alma humana y los intereses personales y partidistas corren su sucio telón sobre el dolor.
Política real e información, poca. Fotos y acusaciones, muchas.
Tan lejos, tan extraños de las víctimas: los asesinados por ETA y todos los ciudadanos que desean la paz.
Otra vez la desunión y el enfrentamiento partidista. El atentado de ETA acaba con la credibilidad de los interlocutores del proceso. Y vuelve a mostrar que seguimos sin interlocutores para una paz futura y necesaria.
Los políticos son incapaces de detener su partidismo permanente ni la propaganda de la imagen. Fotos y visitas. Ni una reunión seria de los partidos democráticos. Ni en el Parlamento, ni fuera.
Gesto por gesto. Propaganda por propaganda. Partidismo de la imagen, ausencia de política.
El presidente Zapatero ha acudido hoy a ver la T4 de Barajas después de las prisas de ayer, cuando al fin dejó Doñana para visitar a los familiares de las víctimas.
Las críticas de muchos (incluidos socialistas) y los titulares ("Zapatero no ha asomado por aquí ni las orejas") forzaron la dinamitada máquina presidencial.
Mariano Rajoy ya había vuelto de sus navidades en Pontevedra para aprovechar la ventaja y visitar el lugar de la catástrofe con Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón.
Hoy Zapatero los imita y llega al lugar de la tragedia con Miguel Sebastián, candidato a la alcaldía de Madrid.
Atrás quedan las manifestaciones de la Asociación de Víctimas del Terrorismo repletas de peones negros y con varios grupos ultraderechistas atribuyéndose el éxito de protestas con más gritos contra el gobierno que contra los terroristas.
¿Es ésta la unión contra el terrorismo?
¿Son los gestos sectáreos la mejor esperanza de paz?
Los terroristas pueden seguir tranquilos. Han logrado otra vez globalizar el sufrimiento y acendrar la desunión.