¿Se puede disfrutar Lawrence de Arabia en un iPod? ¿Y oler el humo en el ambiente negro de El halcón maltés o Casablanca (¡viejo Bogart!)? ¿Y oír el silencio de la incomunicación de Babel?
Los cines no pueden morir. Sólo tienen que adaptarse al entorno y las posibilidades del cine digital, defiende David Denby.
Meterse en un cine es entrar en la magia. La revolución digital abrirá las puertas de nuevas salas y también de nuevas oportunidades para escapar del sistema de los grandes estudios.
La historia del cine es también la historia de los formatos, la tecnología y el sistema de producción.
Ahora la mayoría del cine está atrapado por un modelo de negocio de grandes presupuestos y marketing que se "traga al estudio, obligado a alimentar su conglomerado de productos y subsidiarias, que no puede prevenirse a sí mismo de repetir los fracasos", dice Denby, que reivindica la distribución del cine digital como la futura libertad para los cineastas.
Un desafío sin recoger en el nuevo intento de legislación del cine en España, más atento a una lucha entre ciertos productores, televisiones y poder público por mantener un modelo inadecuado para el futuro del cine y la televisión.
El cine digital ofrece nuevos formatos, más posibilidades de distribución, ilumina pantallas completamente distintas -pequeñas y móviles o grandes y absorbentes-, facilita y abarata la producción.
Por ahí amanece un nuevo futuro para la creación y la producción audiovisual más allá de la clásica división entre cine y televisión.
Nueva tecnología, nuevos formatos y nuevos géneros para distintos espectadores y diferentes gustos y momentos.
Aparecen butacas con menos mediadores. Dispuestas para otros modelos de negocio orientados a la creación. La producción y distribución digital es la clave de la libertad, también para el cine.
Las nuevas pantallas, de bolsillo o para sumergirse rodeado de cine, abren nuevos canales de distribución y comercialización independientes donde el sueño de los autores puede encontrarse con el entusiasmo de los amantes del séptimo arte.
La clave está en las nuevas redes y la adaptación a las nuevas formas de ver y disfrutar la creación audiovisual.