Perdón no es olvido. Hemos vivido tantos años aferrados a un perdón obligado por el miedo de perder la oportunidad de la democracia que la amnesia ha envuelto a los olvidados. A quienes más perdonaron a la hora de la reconciliación.
Es hora de que los nombres de las víctimas y sus herederos se conozcan. No para castigar, lo que seguramente no podrá hacer el juez Garzón por imposibilidad física y, quizá, jurídica. Pero sí para que sepamos de una vez quiénes fueron esas 130 o 140.000 personas enterradas sin nombre en el olvido y el castigo.
No hemos oído nunca a los culpables, a los guardianes del olvido, pedir perdón. Oigamos al menos los nombres de los malditos para reconocer la injusticia de sus verdugos y de los amnésicos.
El Roto