Agobiados y distraídos por exceso de información. Así ven a los internautas intensivos y multitarea algunos expertos. Es la maldición de la exuberancia digital: tanta información, tan poco tiempo. Es el principio básico de la economía de la atención. Pero la atención puede debilitarse ante semejante avalancha.
Maggie Jackson, autora de un reciente libro sobre el tema (Distracted), augura incluso una “nueva era oscura” por agobio cognitivo. Otros niegan la capacidad de los cibernautas para ser multitarea y hay quien acusa a los buscadores de crear una cultura de la estupidez.
¿La solución? Filtro humano y criterios sociales. Fíate de los otros. No tanto por sentido común, sino porque a quienes les gusta, interesa o quieren saber más de lo que a ti te interesa son tu mejor guía. Las redes sociales lo inundan todo tras la era del algoritmo, que procesa mejor cuando se fía de los humanos.
iTunes ya recomienda música, como hacen otras webs. La mayor tienda de música digital permite saber qué canciones te gustarán analizando las que ya tienes en tu iPod, las que otros compran en la tienda de Apple o las incluidas en listas de reproducción de otros usuarios.
MySpace distribuirá música para oír gratuitamente y con posibilidad de compra. La nueva versión de la red social animará a sus usuarios a crear listas de canciones personales y de grupo. Las discográficas parecen entender al fin que los fans son los mejores promotores y distribuidores de la música.
Los agregadores de noticias crecen y cada vez más internautas llegan a los medios a través de ellos. Nuevas herramientas de recomendación y sociales llenan las webs de ocio, compras, etc.
Una encuesta de Pew Internet indica que el 38% de los internautas usan los servicios de alojamiento y gestión de contenidos en la web para poder compartirlos. Es la cultura de la participación, la única capaz de recomponer el mundo fragmentario y líquido de los contenidos y la vida digital. La única que nos ayuda con la pesada multitarea cuando la velocidad de procesamiento de nuestro cerebro es menor a la de la información recibida. Una ventana con Twitter, chat, correo electrónico, tu página en Facebook, el móvil, ¿necesitas cerrar algo?
El problema no es tanta información, sino filtrar de forma eficiente. Es el desafío de la web social y semántica. Vale la pena recordar, como decía James Surowiecki en su célebre libro The Wisdom of Crowds, que esa sabiduría social funciona sólo con diversidad de opiniones, independencia, descentralización y capacidad de agregación. De lo contrario, la endogamia de los grupos y el control 2.0 ejercido por las empresas de Internet resta libertad e inteligencia. Filtros sociales, sí, pero críticos y libres.
Columna en el diario Público