La crisis llega a todos. Pero no todo son malas noticias, el crack del capitalismo financiero acelera la revolución digital porque ya es una nueva economía real. La base de la economía digital está en costes de producción, distribución y comercialización muy bajos y en la apertura de procesos y mercados, la globalización, la información y las redes.
Fortaleza. Las tecnológicas viven en la economía productiva, lejos de las veleidades financieras. Sus productos y servicios de consumo masivo son cada vez más baratos gracias a la innovación y la eficiencia. El marketing social y personalizado estimula el consumo sin inflar los precios (hasta el iPhone se ha rebajado).
Gratuidad. Internet extiende la economía de lo gratis. No pagas en dinero, escaso; lo haces en datos personales, abundantes. Consumes productos que promocionas y distribuyes (redes sociales, P2P). Sacrificas privacidad (seis meses de datos en Google) a cambio de servicios (cloud computing) y contenidos. Y donde hay público, hay negocio.
Convergencia. El consumo se resiente, disminuye la demanda de lo prescindible, pero no de la convergencia. Muchos aparatos y telecomunicaciones son indispensables para la identidad, el trabajo y el ocio. No se puede prescindir de herramientas multitarea. Es muy difícil para muchos, especialmente para los nativos digitales, recortar en banda ancha o dispositivos móviles porque son productos de gran valor subjetivo y social.
Poder para los prosumers. Los consumidores digitales son parte del marketing, la distribución y la comercialización. Tienen más poder que nunca y presionan. Su influencia en el mercado crece.
Negocios abiertos. Crecen los negocios que distribuyen sus productos a través de las redes, comercialización y rentabilización descentralizada (contextuales, diferentes plataformas, precio flexible) con un alto grado de participación de los consumidores.
Colaboración. Apretarse el cinturón no es la única defensa contra la crisis; colaborar ayuda. Existe una masa crítica de gente dispuesta a colaborar (software libre, investigación, contenidos, etc.) para superar las fórmulas de la economía industrial. La revisión de la propiedad industrial y las patentes va en esa línea.
Más publicidad. La publicidad es el motor de la economía digital. La crisis la frena, pero obliga a invertir para seguir vendiendo. Crece la inversión en soportes muy baratos (contextuales) donde se gestionar con más eficiencia para llegar a los perfiles deseados (redes sociales verticales).
Efecto placebo. Internet y las redes sociales son un refugio. Ante las dificultades y las penurias de la vida diaria, la abundancia digital y la explotación de la identidad en red ofrecen lugares donde encontrarse. Y no sólo confortarse mutuamente –que también- sino ayudarse, intercambiar experiencias y colaborar.
Control 2.0. Cuidado, en toda crisis se concentran los recursos y crece el control de los grandes sobre los contenidos y los usuarios.
Columna semanal en el diario Público