Thursday, September 04, 2008

Populismo contra los inmigrantes


Celestino Corbacho, ministro de Trabajo e Inmigración, ha soltado la última ocurrencia del gobierno sobre la crisis económica. Cerrojazo a la contratación laboral en origen de los inmigrantes.
Tras la directiva de la vergüenza votada hipócritamente por el PSOE los inmigrantes vuelven a ser el blanco de los políticos populistas y sin ideas, como siempre.
Los ilegales no cuentan en las estadísticas del paro.
“No parece razonable que en un mercado laboral como el español sigamos recurriendo a la contratación en origen”, dice ufano el ministro. Y cuanto más lógico parece mayor es la equivocación.
Como dicen las asociaciones de inmigrantes y los empresarios, muchos trabajadores españoles no quieren los empleos poco cualificados.
Es el precio del estado del bienestar. Los ciudadanos más socialmente protegidos y mejor educados no quieren trabajos basura, ni poco cualificados ni mal pagados. Por eso los hacen los inmigrantes.
Los inmigrantes tampoco quieren esos trabajos. Los hacen sólo si les permiten vivir mejor que en su país de origen.
Pero esos trabajos basura están mayoritariamente ocupados por los mal llamados ilegales. ¿Por qué?
Porque los problemas y dificultades impuestos por el gobierno español y la Unión Europea hacen muy difícil la contratación en origen. Pregunten a la multitud de familias que tienen criada sin poder regularizar su situación o a los empresarios que tiran por la calle de en medio por codicia o por imposibilidad de contratar de otra forma.
Esas dificultades alimentan la economía sumergida y las contrataciones ilegales.
Pero es más fácil gritar los españoles primero y olvidarse de las ingratas tareas de regular mejor el mercado laboral, aumentar la inspección, flexibilizar la contratación para mejorar la calidad y posibilidad de nuevos empleos en lugar de rebajar siempre cotizaciones y salarios, y educar a los españoles en las consecuencias irreversibles de la globalización y el desarrollo económico.
El mercado laboral es internacional, no local, y los hijos del estado del bienestar están ubicados en las partes altas de la pirámide laboral y social. O son capaces de encontrar trabajos de mayor calidad por su educación y especialización o deben competir con las nuevas clases trabajadoras que surgen de una inmigración que siempre, siempre, es sinónimo de riqueza.
Porque esa es la otra cara de la inmigración. Obedece tanto a las duras reglas del mercado que se frena cuando no hay trabajo y aumenta cuando una economía crece.
Con la única excepción de la inmigración de la desesperación. La que muere todos los días en las costas de África y España antes de malvivir en sus países.
Pero el PSOE y el gobierno, ya desde el último achuchón electoral, se desvían cada vez más peligrosamente hacia el discurso populista y a la derecha.
Zapatero piensa que puede contentar a los suyos con algunas políticas bandera de la izquierda durante largo tiempo -sin molestar tampoco mucho a la iglesia, a algunos sectores tradicionales, ni a ese electorado permisivo en lo social y de derechas en lo político- y evitar el crecimiento del PP hacia el centro. Una nebulosa donde el español medio, aburguesado por años de bonanza y con la sonrisa de los nuevos ricos, no quiere problemas ni sacrificios.
Y los políticos tampoco quieren problemas ni sacrificios. Por eso los eufemismos y el populismo son la política nuestra cotidiana.