En China prohibirán la información sobre catástrofes y se impondrán multas de hasta diez mil euros a los medios transgresores que se atrevan a informar.
Si, como reza el viejo lema, "las buenas noticias no son noticias", en China desaparecerán los grandes titulares.
Es otro avance de la vía china al capitalismo (no confundir con democracia). Liberalismo económico (multas) para un país sometido a la dictadura (censura y control de la información) política.
Los desastres son un viejo campo de batalla entre medios y políticos, entre oposición y gobiernos. En España es constante, del Prestige a los incendios de Galicia. La batalla local y autonómica discurre muchos años por las riadas de la vertiente mediterránea. Cualquier accidente, desde el metro de Valencia hasta los muertos de la carretera cada fin de semana son pasto de la disputa política.
A George Bush no le vino tampoco nada bien la catástrofe del Katrina para convencer a los americanos de su conservadurismo compasivo.
Todos los políticos tienen la pulsión de reducir la magnitud de los desastres cuando están en el poder y de amplificarlos cuando son oposición.
El derecho de los ciudadanos es conocer con el mayor rigor posible qué ha pasado, sus causas y consecuencias. El de los gobernantes asumir la responsabilidad y trabajar para mitigar los riesgos futuros. El de la oposición exigir cuentas, presionar y ayudar para diseñar la prevención. El de los medios periodísticos contar los sucesos y escarbar en las causas, responsabilidades y efectos.
Todos deberían luchar por la mayor transparencia posible en la información. Es la mejor forma de analizar qué ha ocurrido, conocer las causas y contexto de los desastres para trabajar porque no vuelvan a ser tan luctuosos y delimitar responsabilidades.
La confusión y el silencio es el humus de las dictaduras. La democracia es un régimen de información.
A la Xunta le cuesta admitir la dimensión de la catástrofe de los incendios en Galicia cuando la mayor transparencia en la investigación y el diseño de las políticas futuras es imprescindible para acabar con la cultura destructiva del fuego y las viejas políticas de cenizas (Marcos Taracido).
El ejecutivo PSOE/BNG gallego tenía desde su éxito electoral el desafío de ser el gobierno de todos para no perpetuar la propaganda de gaita y pulpo fraguista.
La gestión de las llamas de agosto y las acusaciones sin pruebas, por mucho que las sospechas sean fuertes, no son el mejor ejemplo.
El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero -como el de la Xunta gallega- yerra cuando continúa atribuyendo desastres a las imprevisiones y políticas pasadas. Lo hizo el gobierno de Aznar refiriéndose a los años del felipismo y esa letanía cansina no es más que escapismo hudinista frente a las responsabilidades, sea cual sea la herencia.
Zapatero ha erradicado herencias como la participación en la guerra de Irak o legislaciones sociales como la flexibilización del divorcio, el matrimonio homosexual o la revisión de la dictadura franquista.
Son medidas políticas y de escaso coste en recursos materiales.
Es más difícil afrontar problemas para los que se necesitan recursos, infraestructuras, gestión y una administración más pendiente de la eficacia y la eficiencia que de la política de los gestos y las fotos.
Su responsabilidad, como la de cualquier gobernante, es asumirlo y trabajar para remediarlo.
La oposición sabrá si su política de Pedro y el lobo es la adecuada, aún cuando la demanda de eficiencia del Estado (al margen de su configuración) sea legítima, necesaria y oportuna.
Los medios y periodistas sólo deben preocuparse de ofrecer la mejor información y no sumirse en el periodismo declarativo que convierte la información en un ping pong de acusaciones desmedidas, a menudo infundadas y -no deberían olvidarse los interesados- desprestigia continuamente la democracia y a sus políticos, pero también al periodismo y a los medios.
Más datos, más información sobre el terreno y más información sobre lo ocurrido y cómo se ha respondido es mejor que los entrecomillados. Para eso, como en política, hace falta decisión, recursos y criterios.
Tantas acusaciones y tantas citas vacías y partidistas no son muchas veces más que la censura de la información real, una multa que pagan los ciudadanos, como si todos viviesen bajo una dictadura china.