"Miles de personas se movilizan en Mallorca por la libertad y plantan cara a 300 radicales", titula El Mundo con un desparpajo desaforado de la hipérbole y la metonimia. Cosas de Pedro J. Ramírez, dispuesto a defender su piscina abusiva (ilegal, acusan muchos; temporalmente privada, según Medio Ambiente) sobre la costa mallorquina a fuerza de portadas, renglones de su propio diario y opiniones de los columnistas de presa agradecidos a la mano que les da de comer.
Cuando un periodista es capaz de llegar a esta manipulación y exhibicionismo en defensa de sus intereses privados hay que desconfiar de sus motivaciones y valoraciones en el resto de las informaciones de su medio.
Pedro J. tiene el derecho -por libertad de expresión, nada más- de defender sus abusos en busca de mejor piscina y más rimbombante residencia de verano. El resto de los ciudadanos, radicales o no, suman a su libertad de expresión el derecho a defender la costa como espacio público y patrimonio de todos (lo dice la Ley de Costas, que también protege las servidumbres de tránsito y acceso al mar).
La lucha contra los especuladores y aprovechados, sean famosos o anónimos, es legítima y urgente en un país de costa asfaltada.
Al Partido Popular habrá que preguntarle si piensa defender los demás abusos constructivos de las costas y tierras de España con el ardor que sus cachorros de Nuevas Generaciones han desplegado (con los gastos pagados) para ejercer de guardia pretoriana del director de El Mundo.
Protegen a su jefe real y máximo ideólogo, no es de extrañar.
La izquierda mallorquina encabezada por las huestes esquerras, comandadas por el aguerrido diputado Joan Puig desde el verano pasado, han elegido el abuso turístico y urbanístico de Pedro J. como símbolo de la lucha contra los asfaltadores y corsarios de costas.
Han elegido bien. Sabían que el director de El Mundo no defraudaría a la hora de la publicidad. Desconozco si contaban con la inestimable ayuda del PP en defensa de su líder mediático. Si lo hicieron, la elección del blanco es de academia de tiro. Si no lo tuvieron en cuenta, el PP les ha hecho un gran favor.
Pedro J., el PP y demás defensores por empatía de los abusos urbanísticos pueden declarar a los antipiscina "radicales", "totalitarios" y otras lindezas. Pero el chalé es de quien es, la Ley de Costas se la han merendado -ya antes de la compra del director de El Mundo- y solo funciona a medias en invierno, según resolución gubernamental.
El partido de Rajoy lleva un tiempo empeñado en retratarse realmente. Los abusos urbanísticos de sus alcaldes, concejales, comunidades autonómicas y constructores afines (no son ellos solos, muchos otros tienen el mismo vicio) pueden defenderse a partir de ahora con esta bandera de la "libertad de expresión y la convivencia".
Yo no caía en el lema, pero un amigo me lo explicó:
>> Libertad de expresión: derecho a imponer su voz de quienes más poder e instrumentos tienen para someter la de los demás.
>> Convivencia: privilegio para hacer la real gana de algunos y que los demás sigan tragando.
Caí del guindo.
P21 | Aguas revueltas en la piscina de Pedro J.