Wednesday, August 16, 2006

Galicia negra


Decía Ánxel Fole que as meigas sempre atinan. Y no le faltaba razón. Por eso cualquier mal siempre ha sido previsto por alguien y siempre es peor de lo que se temía. Galicia ha ardido durante once días con saña, en los montes, en los pueblos, entre gallegos y en la política. Habladurías y acusaciones, muchas. Argumentos y pruebas, pocas. Unión, casi ninguna; ira y maledicencia cainita, abondo. Fuegos perennes en el bosque y fuera.
Minifundismo de intereses, razones, cultura, responsabilidad y aprecio por la tierra y sus gentes.
Los incendios forestales han devorado con especial voracidad la costa gallega y algunas zonas especialmente valiosas como las riberas del Baixo Miño. Sobre la superficie quemada tampoco hay acuerdo: más de 70.000 hectáreas, según la Xunta y otros cálculos; 86.000 según la Unión Europea, más que en toda Europa hasta el 31 de julio; 170.000, según el Partido Popular y su fuente Mapasnet.com, que suma hasta las casas no incendiadas.
La sospecha es la existencia de una trama criminal organizada y resentida por el cambio de gobierno tras las elecciones de 2005. "Un desvarío", según Alberto Núñez-Feijóo, líder del PP de Galicia, inmortalizado por atacar las llamas para las cámaras con una manguera de patio y su camisa perfecta, doblez de manga incluida.
La Xunta socionacionalista ya tiene su Prestige y el PP denuncia la calumnia de su supuesta conspiración con los incendiarios.

El gobierno gallego reaccionó tarde y la catástrofe lo superó. Una equivocada política de comunicación le llevó a intentar atemperar el desastre cuando el fuego amenazaba las casas de tantos y la costa era un mar de humo. Con la gente escapando de las playas por la lluvia de ceniza y los fuegos avanzando metódicamente de sur a norte, la estrategia secretista inquietaba más que tranquilizaba.
Los medios eran pocos y Galicia ardía con fuego, indignación y enfrentamiento.
Sólo un mes y medio antes, el 22 junio, un decreto de la Consellería de Medio Rural (pdf) trataba de prevenir los incendios y endurecía las normas de aprovechamiento de lo arrasado.
A muchos no les gustó y su irá paseó en motos y coches encendiendo chispas por las pistas forestales, como muchos saben y pocos denunciaban hasta que el fuego amenazó sus casas y terrenos.
La ausencia de conselleiros pese a la magnitud del desastre, el tímido silencio del vicepresidente Anxo Quintana, la soledad del responsable de Medio Rural, el nacionalista Alfredo Suárez Canal, y del presidente Emilio Pérez Touriño han sido interpretados como debilidad en una política dominada por los gestos y las fotos en los medios de comunicación. Ineficaces para la gestión, tan aparentes para la propaganda.
Las declaraciones sin pruebas de la ministra Cristina Narbona y los enconos políticos alejaron el fuego de las llamas para llevarlo dónde no ayuda a esclarecer la tragedia ni a mitigarla.

Al Partido Popular no le han interesado las causas del fuego ni quién los ha prendido. Con su estrategia de acusación permanente golpeó al ejecutivo bipartito de Touriño y Quintana por leyes, reglamentos y prácticas heredadas de Manuel Fraga, como las normas de contratación de la administración e incluso la invención de culpabilidades políticas.
Se quejó de la ineficiencia de la Xunta y también de la del gobierno. No le valía el nivel 2 de alerta forestal, de mando autonómico, y reclamó el 3 con la dirección del Ministerio de Interior. Tampoco fue satisfactorio y el partido de Mariano Rajoy (ex vicepresidente de la Xunta y del gobierno) se dedicó a montar un dispositivo paralelo con sus ayuntamientos, airados porque ya no se contrataba a dedo el dispositivo antifuego.
Menos clientelismo o cambio de bandos, seguramente, pero los populares lo interpretaron como un ataque contra sus políticas de 16 años en la Xunta, de un negocio multimillonario alrededor del sofoco estival de incendios muy superior a la eficacia de unos fondos europeos de desarrollo que no fueron bien empleados para atajar problemas históricos y atávicos del campo y el mar gallegos.
El acento en la vindicación exégeta de las brigadas y efectivos contra incendios del gran timonel del PP gallego, culpables del fracaso de 16 años por políticas ineficaces para atajar el origen real de los fuegos, y la insistencia en crear una administración paralela para luchar contra los incendios aleja cualquier posibilidad de entendimiento y ahonda en esta crispación y división política perpetua a la que parece estar condenado este país.
Mariano Rajoy aprovechó sus vacaciones gallegas para agitar banderas y sobrepasar la patética visita relámpago del presidente Zapatero, incapaz de aportar nada al siniestro y huidizo de quienes le increpaban por la floja cooperación del ejército, la falta de efectivos estatales y la escasez de guardias civiles (otra herencia de la congelación de efectivos decretada por el ex presidente Aznar) para patrullar el territorio.
El PP, nacional y gallego, agitó la propagandística bandera de la lucha de Fraga contra los incendios y se olvidó de todos sus errores. Galicia concentra la mitad de los incendios de España (Informe WWF/Adena, pdf) y sus causas son poco conocidas (WWF/Adena). Mucho ardor político y mal gobierno e igual oposición, alejados de los ciudadanos y sus problemas reales.
Tras la conspiración, las detenciones. Las de siempre: locos, viejos, despechados, brigadistas antiincendios, uno que fue "de relleno" en las listas del PSOE en un pueblo...
Galicia negra.

El 80% de todos los incendios son provocados. Este año en Galicia el fuego no sólo quemó el monte, sino también los más codiciados terrenos rústicos de los extensos y disgregados núcleos de población. El fuego subió de sur a norte por las Rías Bajas en una costa ambicionada y agredida.
La recientemente aprobada Ley de Montes, con la negativa del Partido Popular, prohíbe cambiar el uso del suelo quemado. La Consellería de Política Territorial se apresuró a recordarlo a poco de comenzar la oleada de incendios.
Pero hay quienes creen en la posibilidad de urbanización de suelo rústico por los resquicios de la legislación autonómica del suelo.
La saturación del litoral mediterráneo, las grandes compras de terrenos por grandes inversores y constructoras en la costa gallega y el enfrentamiento entre ayuntamientos y Xunta por los planes urbanísticos alimentan y sostienen muchas sospechas.

Muchas causas del fuego son conocidas y han sido denunciadas durante años. ¿Conspiración o trapallada? Es hora de investigar la tierra y la sociedad arrasada para evitar otro desastre. Quizá fue una estrategia, quizá sólo una mecha, un tipping point (Malcom Gladwell), que contagia algo hasta convertirlo en un gran suceso en poco tiempo. Lo importante es saberlo. No dejar que la ceniza lo cubra. Es la única forma de aventar las maldiciones de las meigas y de evitar que vuelva a suceder tomando las decisiones adecuadas.
Ni batalla política irresponsable ni enfrentamiento de acusaciones y secretismo: llamas de verdad y decisión para actuar.

P21 | Galicia arde y se moviliza
P21 | Nunca máis contra el fuego
P21 | Arde Galicia