Los últimos reductos del buen salvaje se extinguen. Mientras el asfalto amenaza la selva amazónica, uno de los últimos inexpugnables paraísos verdes, las ondas hertzianas de la televisión cubren ya todos los rincones de España.
Cuando aún una parte del territorio está en manos de la Pérfida Albión y otros pugnan por disgregarse de la Madre Patria, la televisión acaba la Conquista y llega a Tocón de Quéntar, pueblo oscuro e ignoto de Granada.
Allí vivía gente sin reality shows. Ciudadanos no asfixiados por la basura televisiva. Gente sin manipulación del telediario. Muchos no conocían a Yola ni a Chanquete ni a Urdaci ni los vestidos rasgados de Noche de Fiesta.
Primitivos ciudadanos alejados del todopoderoso medio. Deberían estar en la cárcel. ¡Tanto tiempo sometidos a la ignorancia de la parrilla!
Tocón de Quéntar ya tiene tele. Ha costado casi 48.000 euros y una línea eléctrica de dos kilómetros. La civilización cubre toda Sierra Nevada y ya no hay lugar para el buen salvaje, para el hombre pretelevisivo.
Dice el alcalde, Antonio Franco (no confundir con el director de El Periódico), que es "un logro de la misma importancia que la llegada de la luz en los años setenta". Una trajo la civilización, ahora llega la globalización.
Los viejos de Tocón ya pueden ver los telediarios y ser conscientes de a quién deben sus pensiones. A quién agradecer los euros que ha costado la tele. Ahora ya pueden ser ciudadanos obedientes y sometidos.
Pobre buen salvaje, ya no tiene a dónde huir y para evitar la dictadura de las 24 imágenes por segundo está obligado al acto doloroso y volitivo de apagar la tele.
¿Quedará algún reducto sin tele para declarar Patrimonio de la Humanidad?
ABC | La señal de televisión llega, al fin, al pueblo granadino de Tocón