A Michael Moore le van a seguir haciendo falta los arrestos que ya ha demostrado para enfrentarse a los neocons. Lo ha hecho con panfletos sólo comparables a los informes emanados de los think tanks de los derechistas norteamericanos. Ahora Moore cubrirá la convención republicana de Nueva York para el diario USA Today y a los delegados no les ha hecho gracia.
Al cineasta le harán falta sus dos metros de altura y su complexión fortachona frente a las amenazas de muchos republicanos airados por la última ocurrencia del autor de Farenheit 9/11.
Algunos están dispuestos a llegar a las manos. Otros se quejan de la banalización o degradación de la información política.
La atención está puesta en los corresponsales atípicos de la convención y, especialmente, de los presentadores de late nights y cómicos que harán mofa de los debates y discursos de la gran fiesta republicana.
Los shows televisivos se están convirtiendo en la dieta informativa fundamental de los jóvenes, por encima de la prensa seria. Un grave problema cuando el país está dividido al 50% y un puñado de votos puede decidir las elecciones. Los políticos atienden cada vez más a los cómicos y no se recatan en aparecer en toda clase de shows para ganar el voto.
Las crónicas de Michael Moore y los féretros que llegan escondidos de Irak pueden ser devastadores para las aspiraciones de George Bush entre los jóvenes.
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