"Primero la información, luego el análisis y, por último, la opinión". Las palabras de Pedro Piqueras, director de Radio Nacional de España (RNE), muestran con claridad los objetivos de la renovación de la cadena.
RNE quiere pasar página, desaznarizarse y volver a ser una radio de referencia informativa. Lo fue durante muchos años y dejó de serlo cuando la opinión sepultó a una información muy deteriorada y sometida a intereses políticos.
Ampliación de los programas informativos, separación de información y opinión, y atención a contenidos minoritarios como la cultura serán los ejes de la nueva programación de informativos, según sus responsables.
La radio pública retoma su orientación informativa y apuesta por dejar en segundo término la opinión, un territorio mucho más abonado para las emisoras comerciales que para una radio que debe ser de todos.
Cada cual puede oir y pagar, a través de la publicidad, la radio que mejor conecte con su pensamiento e intereses. La radio pública debe asegurar la pluralidad, un propósito destacado por su director de informativos, Javier Arenas.
RNE debe tener voz propia, pero es más interesante y útil que esa voz se centre en la información y en la difusión de contenidos de calidad con especial atención al ámbito cultural, como han prometido sus gestores al situar una nueva franja de tarde --de 15 a 17 horas-- con El Ojo Crítico y Clásicos Populares, dos veteranos y prestigiosos programas, como alternativa a la telebasura y los programas del corazón.
Lo curioso es que las tertulias siguen mañana y tarde. Se ha cambiado a gran parte de los participantes. Los nuevos tienen una curiosa afinidad que recuerda a la época anterior.
Pero evidentemente el desequilibrio es otro. Ahora impera el dogma democrático
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