Wednesday, June 14, 2006

Ciberpolítica para una mejor democracia

"La naturaleza arrastra instintivamente a todos los hombres a la asociación política" en busca siempre de un bien. El hombre incapaz de vivir en la sociedad política es "un bruto o un dios". Palabras de Aristóteles en La Política que ayudan a entender qué está pasando y cuáles son las posibilidades del activismo político en la Red.
¿Son capaces las redes ciberpolíticas (P2P, de fuente abierta o democracia extrema) de salir de la deliberación para convertirse en política real?
Para eso hace falta "masa crítica de ciudadanos que actúen más allá de los límites partidistas y una estrategia eficaz", dice con acierto Juan Freire.
La teoría de la capacidad política de los ciudadanos es tan antigua como la política. El territorio determina el ámbito de la democracia por la necesidad del diálogo político para construir una verdadera democracia. Esa es la premisa de Aristóteles y sus límites del estado. Sólo el imperio rompería las leyes de la discusión democrática para extender el estado, más allá de los límites de la deliberación ciudadana, hasta donde pueda llegar el poder.
Thomas Carlyle amplió esos límites cuando se dió cuenta de que inventada la imprenta, la democracia era inevitable (dijo "invent Writing, Democracy is inevitable", pero refiriéndose a la extensión de lo escrito por la prensa). Su tesis del cuarto estado superando a los tres de Burke convirtió a los medios de comunicación en el vigilante de los poderes y mediador con los ciudadanos.
La democracia representativa estaba lista.
John Dewey siempre confió en la tecnología (como Aristóteles, Locke o Carlyle) como factor expansivo de la sociedad política. "Nuestro moderno estado es debido a las consecuencias de la tecnología empleada para facilitar la rápida y fácil circulación de opiniones e información, y así generar una constante e intrincada interacción más allá de los límites de la comunidad cara a cara", dice en The public and its problems.
La democracia extendida gracias a los medios y a la tecnología que permite a los ciudadanos entenderse.
Y llegó la radio y la prensa de masas. La aristocracia y la oligarquía campearon en las ondas y los grandes diarios. Cuando los políticos aprendieron el poder de la voz en las ondas su discurso retumbó en todos los recovecos. La palabra del líder se impuso a la comunidad.
Y, al fin, la televisión. Y el imperio volvió. El poder de los símbolos y la imagen se impuso a la palabra y la fascinación a la discusión. Hans Magnus Enzensberger ha subrayado la incomunicación producida por la televisión y el cine debido a la reducción al mínimo de la respuesta y proponía un uso emancipatorio de los medios a través de la descentralización, la interacción, el aprendizaje político y el control social.

¿Vuelve la palabra a los ciudadanos gracias a los blogs, los medios sociales y las redes?
En gran parte sí, el acceso impulsa la democracia. Pero no sólo falta otra cultura política y estrategia, también redefinir aquello que de Aristóteles a Habermas todos los filósofos y politólogos fijan como objetivo de la política: el bien común.
La política tiene, entre otros, dos grandes problemas. Cuando se hace impersonal acaba en tiranía. Cuando es demasiado personal la vida privada incapacita a veces la definición del bien común.
En esa definición y en su aplicación a la realidad está la batalla de nuestros días entre racionalismo, posmodernismo, multiculturalismo, y etcéteras todos los días discutidos en la actualidad nacional e internacional.
Gran parte de la discusión política en la Red se parece menos a la opinión pública crítica de Habermas o al consenso de Locke. John Perry Barlow lo definió en su Declaración de Independencia del Ciberespacio:
"Gobiernos del Mundo Industrial... vengo del ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente... Vosotros no tenéis soberanía sobre nosotros.
No estáis involucrados en nuesta gran conversación. Estamos creando un mundo donde cualquiera en cualquier lugar puede expresar sus creencias, no importa lo singulares que sean, sin miedo de ser forzado al silencio o la conformidad.
Vuestros conceptos de propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican para nosotros"
.
He ahí la libertad y el espléndido aislamiento de la Red. En internet todo es posible. En la realidad, el territorio, el gobierno, las leyes y la acción política en las instituciones son importantes.
Y la duda es la capacidad del activismo político dialogante de internet para convertirse en política real. Muchas comunidades blogopolíticas o de otra índole (foros, listas, etc.) parecen buscar más la satisfacción de la pirámide de las necesidades de Abraham Maslow y su urgencia de autoestima compartida que una auténtica acción política.
La endogamia de las comunidades virtuales, su acrítica fascinación cuando son atendidas por el poder real y sus dificultades para difundir su acción a un espacio público real son algunos problemas claves, como señala Daniel Vásquez en este comentario.
El partidismo más acérrimo y la incapacidad para dialogar con el otro o los otros es uno de los más preocupantes vicios de la ciberpolítica. Mucha reafirmación de grupo y poco intercambio y diálogo creativo entre diferentes tendencias, ideologías o grupos de intereses.
Y también debemos sumar el problema de la definición de bien común en una organización donde el estado, descentralizado en autonomías, es "el gran patrón o mecenas... organizador y gestor directo de los procesos socioeconómicos", como tan bien definió Xavier Rubert de Ventós hace ya unos años. La descentralización política española en el estado de autonomías ha acercado más el poder a los gobernados sin que la participación democrática haya mejorado mucho.
Ha crecido el poder de los políticos y partidos mucho más que la gestión social del bien común. Descentralización de poder sin una mejora de igual calidad de la esfera pública.
La ciberpolítica necesita cambiar no sólo la cultura de la política y encontrar una estrategia de implicación real para ser útil, sino también ser capaz de definir el conjunto de valores e intereses que puedan conformar un bien público compartido por sus practicantes y capaz de atraer al resto de ciudadanos.

P21 | ¿Nueva política o sólo más política?