SMS y correos electrónicos empujaron la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero la tarde del sábado 13 de marzo de 2004. Dos días después del 11-M, la ciudadanía se lanzaba contra el gobierno de Aznar organizada en smart mobs, multitudes inteligentes, apoyadas en la tecnología. Ciberciudadanos hartos de la guerra de Irak, el desastre ecológico del Prestige y otras políticas del PP.
La comunicación se democratizaba. Los ciudadanos tomaban los medios al asalto en los albores de las redes sociales. La marca ZP conectaba al líder socialista con los votantes apoyada en la promesa del talante y un reframing de los medios y la información envuelto en las teorías de George Lakoff y las premisas del olvidado republicanismo cívico.
Zapatero se empeñó, asesorado por Miguel Barroso, su gurú mediático, en redibujar el mapa de los medios con más, mucha más televisión. Creación de cadenas amigas –La Sexta, Cuatro- para compensar el dominio de la derecha y una promesa realizada a Pedro J. Ramírez: “Cuando esté en pleno funcionamiento la TDT todos los periódicos importantes van a tener una televisión de referencia”.
Del boom audiovisual con la despolitización de RTVE a la nueva concentración, por el negocio y la insostenibilidad de más de un millar de cadenas, pero también por la crisis sufrida por los medios. Tan dura como la del ladrillo y con mayor impacto político.
Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón ya están en el cajón de las primarias. Los medios también votan, a la espera de sorpresas y tapados.
El vicepresidente es el candidato de Prisa y El País. Con Rubalcaba, el mago de la comunicación que se permite autopreguntarse para enmudecer a los reporteros, la vieja alianza entre el diario de referencia de la Transición y el PSOE puede recomponerse tras los encontronazos entre el mandarín Cebrián y un presidente novel pero decidido.
Carme Chacón también es la Sra. Barroso. Su marido fue el primer secretario de Estado de Comunicación y el gran planificador de la explosión audiovisual con la TDT y la primera reforma de RTVE, con Comité de Sabios para acabar con la deuda y el control político que había llegado a la pantomima de los telediarios de Urdaci.
¿Dónde está el presidente? Con Guardiola. Era la respuesta a las preguntas de los periodistas en un viaje a Argel en 2006. El entrenador del Barça rodaba un documental sobre Zapatero para Mediapro. Era el resultado de las mañas de Barroso, el hacedor de Zapatero TV, la gran expansión de la televisión en abierto con la creación de La Sexta y un grupo afín al nuevo gobierno. Un nuevo escenario donde Jaume Roures con Mediapro, José Miguel Contreras al frente de La Sexta y el apoyo de las productoras que marcaban estilo en la nueva televisión haría de Imagina uno de los grandes grupos audiovisuales.
El diario Público nacería impulsado por Roures y con oposición de sus socios televisivos para ser alternativa de izquierda a El País, crítico con ZP por la política y el negocio e inmerso en la crisis aún pendiente de Prisa.
Las próximas primarias del PSOE son también la continuación de esa lucha mediática. Del nacimiento de La Sexta y Cuatro para compensar el mando audiovisual de Telecinco y Antena 3 a la guerra del fútbol con la TDT de pago entre Mediapro y Prisa. Y una nueva concentración donde también están atrapados los diarios, como prometió el presidente, por la crisis y una multimedia embrionaria. Con pobres resultados de audiencia y cuentas algo aliviadas por la prohibida publicidad de RTVE.
Aznar también sucumbió al embrujo mediático y en 2004 se convertía en consultor y más tarde consejero de News Corporation, el grupo ultraconservador de Rupert Murdoch, dueño de The Times, Fox o The Wall Street Journal, con dudas sobre sus incompatibilidades. La sospecha de la génesis de un gran grupo mediático de la derecha se abortó con la absorción de Recoletos por El Mundo, líder del centroderecha desde 2007.
De la televisión para 45 millones de accionistas de Luis Fernández se ha pasado a la RTVE sin publicidad con un modelo insostenible, presupuesto insuficiente, oposición de las telecos a pagar y su financiación recurrida en Bruselas. Pero sobre todo con la incógnita de cómo sobrevivirá un servicio público que necesita redefinirse en la era digital.
#nolesvotes es el resultado de la insatisfacción de los internautas con la era Zapatero. El canon digital ha sembrado dudas y protestas desde su implantación, cuando el presidente llegó a calificarlo de patriótico. Europa lo declara ilegal y se impone una reforma que la ley Sinde ha impedido. Los partidos preparan sus propuestas para una nueva propiedad intelectual mientras los socialistas sufren el sambenito de la ministra del cine y la cultureta, dividida tras la dimisión de Álex de la Iglesia en los Goya y en plena reconversión de su negocio.
Los socialistas poblaron la blogosfera y quisieron crear un ciberpartido con un kit digital. Pero sus esfuerzos han quedado en caja de resonancia recurrente, poca imaginación y mucha autocomplacencia. Han perdido parte de internet cuando las redes sociales serán más importantes en las elecciones y el vídeo político manda en YouTube mientras se imponen cuotas electorales a los telediarios. Para los socialistas, la oposición digital es especialmente grave porque están en desventaja en los grandes medios.
El postzapaterismo tiene pendiente la banda ancha como servicio universal, una propiedad intelectual flexible y abierta para una sociedad de autores y prosumidores, conseguir que la innovación no dependa sólo de las subvenciones del Plan Avanza, desmontar monopolios y emprender el camino del gobierno abierto sacando del cajón la ley de acceso a la información.
Los medios se alinearán con los candidatos de las primarias mientras Intereconomía crea un nuevo poder en la derecha con La Gaceta y las nuevas televisiones locales son otro apoyo para el PP, dispuesto a privatizar las autonómicas.
80 céntimos, el precio de un café en el programa Tengo una pregunta, cifró la distancia entre Zapatero y sus votantes. Recuperó el debate electoral televisado tras un olvido de 15 años, pero la marca ZP hace tiempo que se fundió con una crisis que ha golpeado duramente a los medios.
Cuando se juega otra guerra del fútbol con las amenazas de huelga por el partido de los sábados y los diarios prolongan su crisis, Zapatero tiene por delante lo que agote de mandato para que las pantallas y el mapa de medios que dibujó se enamoren del futuro candidato. La marca ZP se desvaneció. Medios y ciudadanos esperan otra política y una vuelta a la ilusión tan necesaria para la videocracia.
Columna en Estrella Digital