"El medio es la marca", admoniza el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, en su carta dominical, para justificar una vieja aspiración: más concentración, menos pluralismo y el dominio de El Mundo sobre las antiguas cabeceras de Recoletos para sobrevivir.
Y unidad de mando bajo un solo director.
Pedro J. asesina a McLuhan y su "el medio es el mensaje" con una lectura chata y oportunista de la vieja y manoseada frase.
"Las empresas informativas no somos grupos multimedia sino grupos multisoportes", dice. Falso. Esa puede ser la teoría de los grupos mediáticos, pero no de la empresa informativa. Una empresa informativa es una organización de recursos e intereses -económicos, humanos, intelectuales y tecnológicos- dedicados de una forma permanente a la obtención, procesamiento y distribución de elementos informativos para un público a través de medios y plataformas.
En esa definición cabe la multimedia y el multiproducto, una demanda del público activo en la era de la escasez de la atención.
Multimedia porque supera los códigos narrativos y de lenguaje monomedia con una oferta de varios formatos manejada con soltura por una audiencia educada en la absorción de diversos lenguajes, con una fuerte demanda audiovisual y de interactividad.
Multiproducto porque las identidades de dominio público demandan diferentes ofertas informativas en función del ritmo y condiciones vitales con las que consumen los medios.
"Un grupo multisoporte es el que proyecta los atributos de sus marcas a través del mayor número posible de canales o autopistas de la información mediante redacciones integradas en las que los editores elaboran todo tipo de formatos con los contenidos de los periodistas especializados en las distintas áreas del conocimiento", sentencia el director de El Mundo para presentar su nuevo proyecto. Y mezcla el negocio de la distribución con la organización de la redacción y la oferta informativa.
Pero todo eso puede ser, o no.
La mayoría de los futuros medios sólo serán multisoporte en el sentido de la ubicuidad de los contenidos digitales, accesibles a través de toda clase de aparatos y redes.
No es necesario que los editores elaboren todo tipo de formatos, porque los medios especializados seguirán existiendo, y también sus narrativas.
Además el propio formato pierde importancia en un entorno de producción y consumo multimedia de la información donde la deconstrucción del mensaje permite abrirlo y modificarlo a través de la participación.
El átomo de la información ya no es la noticia y sus moléculas no son los formatos periodísticos. La oferta de los medios es cada vez menos un producto -o una colección de ellos- acabado para públicos objetivos. Los nuevos medios son desarrollos informativos donde el hiperenlace, la estructura en red de la información y su carácter abierto, así como la interacción de las herramientas tecnológicas y multimedia permiten desarrollar los contenidos como un proceso.
Los medios se convierten en plataformas donde los usuarios, llegados a través de diferentes soportes y vías (acceso distribuido) podrán ejecutar programas informativos a través de algoritmos que aún tenemos por descubrir.
Contenidos abiertos, libertad y participación construida a partir de información de calidad y elementos para su uso (medios plataforma o medios abiertos) contra el mantenimiento de la soberanía y el control de las marcas, cabeceras o grupos mediáticos a través de lo que Pedro J. llama "el valor añadido que implica la selección, control y síntesis de las noticias mediante los criterios propios de ese medio".
Es la vieja pelea.
Y hay público para todos. Ciudadanos activos y creativos o ciborgs sentimentales atrapados en la trampa de la emoción disfrazada de información.
Ahora las extensiones del hombre de las que nos hablaba McLuhan son posibles en el acceso a la información, con capacidad de explotación de la inteligencia colectiva para llegar a una participación creativa.
El papel de los medios es ofrecer una plataforma basada en información y herramientas de acceso y procesamiento de la misma donde los periodistas se ocupen de contribuir con información original y de calidad, y realimentar sus criterios con el desarrollo de la propia información y la interacción con los usuarios en un entorno de identidad portátil y comunidades informativas.
El resto es más viejo control. De la información y del pensamiento. Cosas de las que El Mundo y su máximo responsable saben bastante.
El totalitarismo tribal de la aldea global de McLuhan frente al modelo ritual de James Carey con la apelación a la responsabilidad social y democrática de la comunidad.
El medio es el algoritmo. El desafío del periodismo es reinventarse para mantener los viejos criterios de calidad y sumar los nuevos y las oportunidades de la tecnología y la acción de los ciberciudadanos.
Desarrollar códigos informativos donde los contenidos propios y ajenos se ofrecen en una plataforma donde la conexión entre información y usuarios y su portabilidad permite el desarrollo de algoritmos procesables en común o individualmente para programar resultados en forma de una oferta inteligible y de valor para el conocimiento y la construcción de la identidad personal y colectiva.
Este es el verdadero desafío de los medios futuros. Aunque siempre habrá quien mantendrá que su selección y sus criterios -a menudo cerrados y no explícitos- son la identidad a la que muchos deben adherirse. Y lo harán.
McLuhan no está muerto. El medio es el masaje. Utilícese para adormecerse y entregarse o para estimularse y desarrollarse.
La elección es la libertad de la oferta y la demanda de la información.