La nueva televisión es terriblemente parecida a la antigua. Pero nos encanta porque permite disfrutar juntos de los programas preferidos. Los españoles usan las posibilidades de la televisión personal y digital (internet, móviles, descargas) para compartir sus programas predilectos con los amigos y hablar sobre ellos.
Cuatro de cada diez internautas comparten sus vídeos preferidos o las series y películas que descargan y otros tantos usuarios jóvenes de mensajería instantánea chatean mientras ven la televisión.
La televisión 2.0 fascina ya a un número importante de españoles por sus posibilidades de selección de contenidos, cuándo se ven y con quién se comparten. Los grandes límites de la televisión de siempre, que tradicionalmente sustituye ese efecto con público en los estudios y la apelación constante de los presentadores.
Pero en la televisión 2.0 tú mandas, tú eliges. Una ventaja imbatible.
Así que los dueños de la televisión, tan celosos siempre de la propiedad de sus contenidos, tienen la batalla perdida. La cadena ya no es lo importante, la televisión digital permite encontrar los programas preferidos en multitud de plataformas y redistribuirlos a través otros tantos soportes: de los vídeos en las redes sociales para compartir con tus contactos hasta la llave USB donde va esa serie que os tiene enganchados.
La televisión empieza a percibir la socialización de sus contenidos, para verlos o para comentarlos, y empieza a abrir espacios en Internet donde los usuarios pueden interactuar cada vez sobre los programas. Fin del mass media.
Pero falta el siguiente paso en la revolución audiovisual: la transformación del directo en una auténtica experiencia participativa donde los espectadores se fundan con los programas con su propia imagen o sus avatares digitales. La sustitución del estudio por un escenario digital hiperconectado y donde la narrativa, los contenidos y el debate se realicen en directo a través de las herramientas y filtros sociales de la Red. Atentos, ya llega.
Columna en los medios de Vocento