España aún vive alejada de la sociedad en red. Se conforma con prensa y televisión digital. Los últimos estudios ponen a España al nivel de Lituania en acceso a Internet y aunque mejoramos algo en penetración de banda ancha, los datos muestran la apatía de muchos ciudadanos por las tecnologías digitales y una falta de eficacia de los planes públicos para llegar a la Europa 3.0 proclamada por la Comisión Europea.
Televisión y móviles centran los esfuerzos políticos en perjuicio de otras tecnologías mientras gran parte de los españoles no creen que Internet sea útil. Comienza a bajar el ritmo de crecimiento de banda ancha cuando sólo llega a 19 de cada cien ciudadanos y al 45% de los hogares, por debajo de la media europea y alejados de países como Dinamarca, Holanda, Reino Unido, Bélgica o Francia.
De un crecimiento de casi 1,7 millones de líneas entre 2006 y 2007 se ha pasado a 1,3 millones este año, por debajo de la media europea.
Lo preocupante es que más de la mitad de los españoles sin acceso a Internet en el hogar dicen no necesitarlo, según datos de Eurostat. La sociedad de la información sigue alejada de muchos. El uso de Internet como instrumento útil en la vida cotidiana es todavía escaso.
Sólo estamos en la media europea en e-administración, lectura de prensa digital y blogs.
Es hora de hacer un esfuerzo de educación, innovación y uso de las herramientas digitales si queremos prepararnos para el futuro que ya está aquí y no perpetuar un atraso histórico.
La falta de educación digital, técnica y científica de los ciudadanos tiene mucho que ver con un desinterés que amenaza el desarrollo digital y el de las empresas e innovadores, el motor de una economía sólida más allá del ladrillo y el turismo.
No estamos en el G-8 digital.
Cuando la crisis comienza a sentirse en el sector tecnológico, la apatía puede condenar al país a un nuevo analfabetismo digital. Pero los políticos siguen centrados en la defensa de modelos obsoletos de propiedad intelectual y de negocio que lastran la innovación y la participación.
La TDT es un símbolo, una tecnología que nace sin esperanzas para casi nadie y cuyas viejas promesas de innovación en contenidos e interactividad ya han sido olvidadas.
Es hora de un nuevo plan para la sociedad de información con inversión económica, pero sobre todo de apuesta por nuevos negocios más innovadores y participativos, tecnologías con estándares abiertos, derechos digitales de acceso a los contenidos y conectividad como auténtico servicio universal.
Porque el problema es de acceso y uso de la información, no de seguir levantando barreras para proteger a los más inmovilistas.
Columna en Público