El presidente francés Nicolas Sarkozy quiere una televisión pública sin publicidad, como la BBC. Pero para financiarla se le ha ocurrido la más peregrina de las ideas: hacer pagar a los nuevos medios la supervivencia de los viejos.
Un impuesto sobre internet y los teléfonos móviles, además de un porcentaje de la facturación publicitaria de las cadenas privadas.
Dos impuestos que no vienen a cuento: ni son competidores directos ni compiten por la famosa frecuencia para evitar que las televisiones privadas paguen por las públicas. Y el presidente Sarkozy no se ve cargando con una tasa directa a los franceses.
Las cadenas privadas se han disparado en bolsa y surgen las dudas sobre las verdaderas intenciones de Sarko.
Su liberalidad con las vacaciones pagadas por los amigos, grandes patrones económicos y mediáticos, inquietan y hacen desconfiar de la reforma.
El presidente Zapatero no se atrevió a cambiar tan radicalmente el modelo de financiación de la televisión pública con la reforma de RTVE, a pesar de cierta rebaja en la emisión de publicidad.
En la radiotelevisión francesa, todos sorprendidos por el gambito Sarkozy. Ahora todos inquietos por cómo y cuánta será la financiación y qué televisión pública se quiere.
Y entre la revolución de la televisión pública sarkoziana, la fusión de France 24, la televisión de la grandeur en la era de la globalización, con el resto de servicios exteriores audiovisuales galos.
Francia sigue cargando impuestos sobre internet, el medio emergente, para sostener viejos negocios.