Sunday, January 13, 2008

Paz, con religión o sin ella


Daos la paz, dice la liturgia católica. Paz, reclama Ulrich Beck en Dios es peligroso como alternativa religiosa.
La guerra es la paz, decía el Ministerio de la Verdad de 1984 (George Orwell). Esa misma es la paz de las religiones, construida sobre el cadalso de la sangre y las guerras de religión, advierte Beck.
El teórico de la sociedad del riesgo pide paz como bien supremo y resucita a Kant y a Richard Rorty. En tiempos donde la verdad no puede ser más que consenso, mejor que las religiones dediquen sus inspiraciones y llamamientos a la paz, porque la verdad siempre ha reinado entre los muertos.
Progreso intelectual claro. Pero Beck se deja atrapar por esta era de incertidumbres donde el ciborg sentimental no hace sino buscar refugio. Y de ahí la tentación religiosa.
Seamos religiosos, dice Beck, pero no pongamos a la religión en el altar de la verdad porque nos dividirá, nos hace eurocéntricos y peligrosos para el multiculturalismo y nos conduce al odio y la guerra.
Paz.
Abandonemos los dioses monoteístas, tan terribles, tan totalitarios, tan exigentes, para conformarnos con los dioses lares, las deidades domésticas de los romanos.
Oh, sí. Give the peace a chance.
Los lares son cómodos, prácticos y se pueden colocar en cualquier rincón. Como aquellas vírgenes que mi abuela y sus amigas beatas paseaban en las ornacinas portátiles, con su hucha para las pesetas.
El sociólogo alemán nos ofrece dioses pret-a-porter como alternativa a los dioses terribles, esos Cristos y Alás tan terribles.
Y recuerda a Ghandi, claro.
Cuenta Karen Armstrong en La gran transformación cómo los hindúes olvidaron mucho tiempo ha los dioses guerreros y terribles para recogerse en una comunión pacífica con el Cosmos muy adecuada en tiempos de urgencia ante la venganza ecológica de Gaia.
Beck se rinde:
"Presuponiendo que sea falso el ideal de la secularización, según el cual más modernidad significa menos religión, cabe plantearse con renovada urgencia la pregunta sobre la convivencia civilizada entre las grandes religiones: ¿Será posible un modelo de tolerancia interreligiosa en el que el amor a unos no implique odio a otros? Eso es, un modelo de tolerancia cuya meta no sea la verdad sino la paz".
Si después de tantos años no hemos podido acabar con la religión, mejor que nos demos más la paz, aunque sea en los templos, que seguir dándonos estopa de verdad bajo la mirada de dios.
¿Claudicación del laicismo?
¿Rendición del pacifismo ateo?
Al carajo, Beck. Convertir la religión en política y apostar por los dioses menores no nos salvará.
Hay que ser fuerte y mantener los principios de la paz perpetua kantianos y el republicanismo como garantes de la paz.
Los dioses, sean grandes y autoritarios o domésticos y de consumo masivo en pequeñas porciones y envasados al vacío, de casa adentro.
La tragedia del ciudadano líquido, ese miedoso ciborg sentimental del que tanto has hablado, es el miedo.
La cura no es la religión. Aunque el tratamiento se aplica con éxito en algunas unidades de atención al dolor.
La cura tampoco es la paz. Aunque es imprescindible para desmontar los infiernos del terror.
La paz y la convivencia son esenciales para la verdad consensuada de los ciudadanos de la modernidad reflexiva. Ironía y solidaridad, aconsejaba Rorty.
Y menos religión, aunque sea doméstica. Como los gatos, araña.

(La música de arriba es A love supreme, un himno religioso de John Coltrane)