Lefranc tituló con frases como "Sí al derecho de caricaturizar a Dios" o "¡Socorro, Voltarie, se han vuelto locos!" en el más puro estilo republicano de una Francia laica donde las leyes todavía incluyen restos del delito de blasfemia, un acto que será un pecado pero nunca un delito y no puede afectar a los no creyentes.
Varios periódicos europeos han publicado las caricaturas del diario danés, que ha defendido su derecho a la libertad de expresión y pide disculpas si ha sido ofensivo con la libertad religiosa.
Todo empezó porque un escritor se topó con la "censura difusa" y no encontraba caricaturista para un libro. Y el periódico decidió hacer una convocatoria a dibujantes para que publicaran sus dibujos sobre el Islam. Y comenzó el furor. En el Islam suní está prohibido representar la figura humana, y más la de Alá o Mahoma. Los chiíes, sin embargo, representan habitualmente a sus santos y mártires.
La intolerancia religiosa y la invasión de todos los ámbitos por la religión de nuevo. Como cuando Alejandro VI promulga la Encíclica sobre la Imprenta en 1501 o el Santo Oficio de la Inquisición aplica la censura eclesiástica desde aquel siglo. Y así siguió la historia de la Reforma y la lucha por la libertad y las ideas de Lutero, John Milton, Voltaire y tantos otros.
Pero ahora la guerra de civilizaciones y los excesos del multiculturalismo avivan el delito de blasfemia y la intolerancia a la crítica de los demás. Un derecho inalienable que no se puede perder.
El escritor Salman Rushdie fue condenado por una fatua del imán Jomeini por sus Versos satánicos y acusado de blasfemia ante los tribunales ingleses, que lo absolvieron porque el delito sólo se aplicaba a la cristiandad. El cineasta danés Theo Van Gogh fue asesinado en 2004 por su película sobre la violencia contra las mujeres musulmanas.
Pero el delito de blasfemia pervive en varias legislaciones (otra recopilación) de forma más o menos atenuada o difusa.
En España dice el artículo 525.1 del Código Penal:
"Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican".Pero peor es la nueva moralidad que niega las raíces laicas, antidogmáticas y volterianas del pensamiento occidental para recuperar lentamente la sombra apocalíptica de cierta forma de entender la religión sobre la vida pública y las libertades de conciencia y expresión.
Las religiones y sus practicantes merecen respeto pero nunca silencio. ¿Qué hubiera sido de Europa sin Giordano Bruno, Lutero, Miguel Servet y tantos otros? Hubo una vez un islam tolerante y autocrítico que hoy parece barrido del mapa por el integrismo y la violencia. Sin voces críticas desde dentro las de fuera no deben callar.