El Caballero de la Triste Figura es un icono de la modernidad. En estos días manteados por la religión y los molinos convertidos en gigantes fantasmagóricos vale la pena no perderse la
exposición sobre las visiones y la corporeidad del Quijote en La Chocolatina, el remozado Reina Sofía (MNCARS), y de paso sentirás la soledad del nuevo edificio Nouvel, donde la espectacularidad de los grandes espacios está repleta de un vacío sólo roto por la sala donde Alonso Quijano es recordado.
En el nuevo MNCARS hay mucho espacio y poca obra, recuerda la visión del caballero y su escudero Panza solos e incomprendidos en la inmensidad de La Mancha.
Nada más entrar topas con el apaleamiento de Francisco Leiro (Cambados -Pontevedra- 1957), donde el escorzo del soñador golpeado por tipos corpóreos, duros, sólidos de carne y realismo duele porque la imaginación y la libertad siguen topando con un muro de carne que te aplasta decididamente, a fuerza palos y fracasos. ¡Qué envidia tienen los necios de la libertad ajena!
Jaume Plensa (Barcelona, 1955) captura en un cuerpo tornasolado las proclamas de la libertad hecha luz de colores para que el espectador se sorprenda siempre conforme rodea la figura. Inasible y misterioso Quijote en un juego de luces y letras reconocible en otras obras del escultor.
Javier Pérez (Bilbao, 1968) niega al caballero su huida y lo atrapa con el peso insoportable de la realidad. La vieja armadura del paladín de Dulcinea del Toboso es aplastada por la plancha tiesa y dura del mundo que niega la morfología escueta pero rica del hombre para convertirlo en mera silueta.
Martín Chirino, (Las Palmas de Gran Canaria, 1925) ve los molinos y apuesta porque son molinos, pero también gigantes, y se mueven, ¡claro que se mueven!
"Mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder como se debe ir por todas las partes del mundo buscando las aventuras...