Thursday, February 02, 2006

Aléjate de los periodistas miedosos

El miedo es el peor aliado para casi todo. Si estás en la cuerda floja y miras al vacío, te caes. Mira a un perro furioso a los ojos, enséñale los dientes y lo tendrás a raya. Baja la mirada y te morderá. Si avanza, patéalo. Lo mismo han pensado siempre muchos periodistas del poder: hay que mirarle a sus ojos negros, gritarle sus desvergüenzas y hacerlo con una voz poderosa y firme, inquebrantable.
Baja la guardia y serás un esbirro en un santiamén.
Pero vivimos la época del miedo. Una gran parte de los medios y algunos periodistas se han hecho burgueses, acomodaticios, y están intranquilos. Esto de internet, los gratuitos, los terroristas, la politización de una parte de la sociedad, los terroristas, las audiencias caen, mi voz clama en el desierto... el asalto de los periodistas ciudadanos, los blogs, demasiado jaleo para gente de orden.
Y entonces llega la solución:
"No podemos confiar en héroes que vengan a rescatar el periodismo. La estructura que fortaleció Murrow, aunque pueda admitirse incómoda, fue la regulación gubernamental de la radiotelevisión. El precio de no fortalecer los asuntos públicos podía ser la pérdida de parte del espectro, o la revocación de la licencia".
No son palabras de ningun defensor de la nueva ley audiovisual catalana ni de los colegas dispuestos a sacrificar la necesaria independencia del periodismo por un estatuto de los periodistas de dudosa eficacia.
Son palabras de Nicholas Lemann, decano de la Escuela de Periodismo de Columbia, uno de los luceros del periodismo que siempre admiramos. Pero cuanto más grande, más miedo. Sobre todo cuando no se atina a salir de la crisis de otra forma o se ve el periodismo desde una atalaya elitista y soberbia.
Hasta los grandes defensores de la tradición liberal se han vuelto cobardes. Hace poco muchos glorificaban a Judith Miller como heroína cuando se pasó años intoxicando a medio mundo con las mentiras del Pentágono.
¡Si el gran Edward R. Murrow lo oyera!
Murrow tenía la voz inconfudible, original, poderosa, firme y dramática para sacudir las últimas dudas de los aislacionistas norteamericanos de que debían luchar contra Hitler en Europa (Philip Roth toma algo de él para su Conjura contra América) o para poner al senador cazarrojos Joseph McCarthy ante su totalitarismo, contradicciones y abusos. Y siempre respetando lo que se llamó la regla de lo justo, algo tan sencillo como dar la palabra a quien se critica, por mucha fuerza y énfasis que se ponga en ello.
Pero se ve que últimamente la tutela gana terreno a la independencia. Y así no salvarán el periodismo. Así matarán la libertad.
"Cuando los periodistas se quejan de que la televisión se ha vuelto un circo debería quedar claro que el circo ya estaba allí y que la televisión simplemente demostró que no todos los actores estaban bien entrenados". Edward R. Murrow.