Vuestras palabras son excesivas y terriblemente cariñosas. Tanto que a un tipo adoctrinado en el hobbesianismo de la vida, los barrios, el periodismo y las peleas de despacho, gerentes, comerciales e impresores se le ablandan los ganglios de la vida dura. ¿Y luego qué? Os demandaré si me dulcifico en exceso.
En lugar de lectores parecéis adictos. Nunca lo agradeceré bastante. Quizá sólo tengo una forma de hacerlo: pensar y escribir mejor para no haceros perder el tiempo.
Nunca lo humano me fue ajeno. Ahora es demasiado humano. Volveré a Nietzsche para aventar este sueño benéfico. Sois incorregibles. Muchas gracias.
Posoperatorio