El medio de investigación norteamericano Propublica utiliza un vídeo con el rap Money is Speech para llamar la atención de los jóvenes sobre el control del dinero sobre la política americana, tan dependiente de los donantes para las campañas electorales.
Una buena iniciativa más allá de la gamificación de la información para atraer el interés sobre su gran cobertura del poder del dinero en la campaña electoral norteamericana.
Propublica intenta llamar la atención de los jóvenes, cada vez más alejados de los medios informativos tradicionales y más informados a través de las redes sociales, el vídeo y los móviles. La música de la calle, que hace ya mucho tiempo tiene un alto componente político y social, es una buena elección para intentar concienciar a los votantes jóvenes de uno de los grandes problemas de la democracia corporativa.
No es la primera vez que las canciones se usan para la información. De hecho la invención es vieja, tanto que los antiguos romances incluían siempre las historias de lo que no se debía olvidar o que los más desinformados debían conocer.
El rap, y más concretamente su jerga, el slang que lo caracteriza, ya fue utilizado hace diez años por la CNN para intentar acercar sus noticias al público joven.
Pero el uso por Propublica de un vídeo y un rap para acompañar su cobertura electoral tiene mucho que ver con el debate que ayer proponía sobre la necesidad de cambiar la información política.
Hay varios hechos y tendencias que no pueden seguir pasando inadvertidos o ignorados. Un listado impuro, imperfecto e incompleto:
- La información política es cada vez más endogámica y sectaria. La cobertura se ha polarizado para votantes y simpatizantes. El sesgo de la mayoría de los medios responde a la ideología de su público y de la propia cabecera, con un riesgo importante para la credibilidad.
- La información política no existe. Cada vez hay menos información y más propaganda. Los partidos no funcionan como colectivos de ideas. El poder está muy concentrado en las cúpulas de las organizaciones y en muy pocas personas.
La falta de debate interno y de responsabilidad de los diputados y cargos públicos hace que el poder se concentre, con lo que la valía de las fuentes es cada vez menor por la escasa influencia que tienen en los hechos.
La información política se llena de opiniones, rumores y propaganda, pero la verdadera información es muy escasa - Mala política, mala información. Cuando la política es deficiente, como demuestra la desafección de los ciudadanos, el periodismo se empobrece. Y más cuando es tan dependiente de las declaraciones y tan alérgico y despreocupado de los hechos.
La falta de contraste, con la realidad, los documentos oficiales, etc. es tan palmaria que cuando surgen informaciones que desvelan lo que se ha hecho en realidad frente a la letanía de promesas y declaraciones diarias se convierten en éxitos informativos. Falta ese ejercicio diario y más profundo. Algunas iniciativas ciudadanas y en internet tratan de paliar esa carencia. - Acabar con el periodismo de declaraciones, el periodismo figurante de las ruedas de prensa sin preguntas, de las declaraciones propagandísticas, de las comparecencias de políticos pensadas para los totales de la televisión, no para responder e informar a la ciudadanía.
Algunas propuestas que hicimos desde la Asociación de la Prensa de Madrid y otras personales de ya hace algún tiempo atrás.
La información declarativa es tan mala y perniciosa que todavía me indigno cuando un periodista, director o editor pregunta por qué triunfan publicaciones como The Economist, Propublica y otras que hacen su trabajo: ¡Es la información, estúpidos! - Acabar con la confusión de opinión, análisis e información. La contaminación de la opinión en la información, especialmente en la política, es un viejo mal denunciado una y mil veces. Es la renuncia a la información por el periodismo de bajo coste y de peor calidad intelectual y moral.
Un mal que se ha radicalizado con la invasión de las tertulias, ese pseudogénero santificado por la televisión de bajo coste que está llevando a un empobrecimiento terrible de la democracia y el periodismo.
Acabar con la ronda de políticos y periodistas -siempre los mismos- repitiendo los mismos argumentarios que los partidos les preparan, con los mismos razonamientos que les comunican sus fuentes en las cúpulas orgánicas de la política, y con afirmaciones inapelables sobre acontecimientos que sólo conocen a golpe de titular y ojeo de medios es una necesidad para la regeneración democrática y periodística.
Caben las tertulias, pero cuando están enfocadas y reúnen a participantes expertos y con conocimiento directo de los asuntos que se tratan, sean periodistas o expertos en cada materia. Basta ya de bla, bla, bla. - Denunciar el lenguaje del poder. El discurso político no está interesado en la verdad, tampoco en la reflexión ni en el gobierno, ni siquiera en la ciudadanía. Está concentrado en el poder y la miseria intelectual de una gran parte de la clase política y periodística lo amplifica para convertir en axiomas los tópicos, intereses, ideología y propaganda de unos y otros.
La denuncia y la crítica de ese lenguaje orwelliano es imprescindible para restablecer una democracia inteligible para todos.
Creo que ese empeño, el de la inteligencia sin soberbia ni prejuicios es la base del éxito de Jordi Évole y su Salvados. - La información política está en las redes sociales. Cada vez más ciudadanos se informan y debaten en las redes sociales. Las redes son el nuevo espacio público de la democracia y la globalización. Crecen los titulares, las opiniones, las reacciones. Pero muchas sin llegar a leer la información que enlazan los tuits, sin acceder a información de calidad sobre lo que se dice.
En otros casos se aportan datos y argumentos útiles. A veces contextualizados, otras veces, no.
La dispersión de la atención, la redundancia natural de las redes, la falta de profundidad en la mayoría de la información y la reacción y opinión inmediata sobre lo que no se conoce adecuadamente es un desafío para el periodismo y para la democracia. - Solucionar el problema de los filtros y la mediación. El gran desafío de la abundancia y la rapidez es crear los filtros necesarios para ayudar a las personas a manejar mejor la información. El problema no es sólo la mediación o el acceso directo a los datos y fuentes, sino que se sitúa en dos planos:
el operativo: cómo mejorar la gestión personal de la abundancia de información;
el intelectual: cómo mejorar la inteligibilidad de la información y la inteligencia, la reflexión y la crítica, tanto individual como social.
Oscilamos entre los algoritmos y el criterio social, pero ninguno soluciona por ahora el problema. Crecen los agregadores y aplicaciones, pero la tecnología de las pantallas avanza más que la tecnología crítica del intelecto. Los códigos y los circuitos van más rápido que la adaptación y la plasticidad de nuestros cerebros al impacto de la information overload.
Y el periodismo va todavía más lento en esa adaptación. Necesitamos pensar y desarrollar nuevas narrativas, géneros y estilos para un público completamente diferente.