Para confesar un crimen, mejor Telecinco que el juzgado. Más espectáculo, siempre cabe arrepentirse sin perjurio y aumenta el negocio y la emoción. Ana Rosa y su equipo consiguen la gran exclusiva en su programa: otra confesión de Isabel García el día del final del juicio inculpando a su marido Santiago del Valle de la muerte de la niña Mari Luz Cortés. La telebasura arrasa con la justicia y dicta sentencia sin confusión a la espera de la decisión de los jueces.
La confesión de Telecinco no es sólo un brutal ejemplo de sensacionalismo. Es otro paso en la impunidad de las televisiones, convertidas en tribunales de vidas, crímenes, pasiones y conductas públicas o privadas. Instigadores y jueces a la vez de ficciones para disfrute de una audiencia embobada de esa irrealidad fortalecida por los audímetros.
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