El público no se ha enterado de nada. Los medios y los blogs tampoco, porque casi todo el mundo esperaba una librería digital de acuerdo a los mensajes y las expectativas creadas. Y la plataforma de Planeta, Random House Mondadori, Santillana, Roca, Grup62, SM y Wolters Kluwer no es una librería.
Dice su directora Arantza Larrauri que "somos distribuidores de contenidos y estamos entre los editores y los puntos de venta, y cada uno debe mantener su papel y su identidad".
Es como no decir nada. Peor. La tan esperada plataforma del libro digital de las grandes editoriales no soluciona algunos de los grandes problemas del futuro del libro y el sector editorial:
- La nueva redistribución de derechos de autor: cerrada en falso por ahora con un acuerdo de un 25% del precio neto de venta para los autores durante un año y medio.
- El sistema de comercialización futuro y una fórmula de gestión de derechos digitales sin castigo para el consumidor, con DRM -restricciones de derechos- y cláusulas abusivas. La continuidad de la venta a través de librerías y de editoriales no parece la mejor solución para un gran amazon español cuando además los socios son distribuidores y distribuidos.
- La gestión y promoción de un catálogo por ahora pequeño, sin apuesta por las novedades, sin conseguir llegar a grandes acuerdos sectoriales en la política de edición y comercialización del libro digital para promover un futuro que llegará aunque el año pasado sólo supusiera el 1% del mercado. Sobre todo por la escasa oferta.
A los problemas técnológicos, de derechos del consumidor y de usabilidad repetidos en tantas críticas se suma sobre todo la mentalidad de sus socios.
El verdadero objetivo de Libranda es sostener el negocio del libro de papel y de la edición tradicional el mayor tiempo posible.
Es una estrategia principalmente defensiva, como claramente se desprende de las declaraciones de su directora a la agencia Efe: evitar la piratería es "el gran reto", para lo que Larrauri propone un "endurecimiento de la legislación, sensibilización de los usuarios y seguridad informática".
Y acaba revelando la disculpa anclada en las mentes de los editores y financiada con dinero público: "ya han dado un primer paso al facilitar los contenidos a precios más asequibles que el libro en papel".
Si la confusión estratégica de Libranda ha sido bien analizada por Ediciona, una investigación de Anatomía de la Edición indica que los precios reflejados en Libranda, que son los precios de sus editoriales y librerías, ya que no ha habido un acuerdo de precios, indica que los precios de los ebooks españoles son similares a los de librerías digitales de otros países. Pero la gran excepción son los libros todavía vivos en catálogo, no disponibles en edición de bolsillo: las novedades y los más interesantes para el comprador.
Libranda penaliza a los consumidores para desincentivar la compra de ebooks y la aceleración de su penetración en el mercado.
La gran industria cultural española sigue, con excepciones en editoriales pequeñas y novedosas, empeñada en que la mejor forma de prepararse para el futuro digital es retrasarlo lo más posible. Pero el futuro ya está aquí, y como decía William Gibson, el problema es que está mal distribuido. Y también que si no se innova y se adopta una actitud activa, el futuro te pasa por encima.
Los editores olvidan y castigan a los lectores, limitan el comercio legal, encarecen la lectura en las bibliotecas, utilizan la Biblioteca Nacional como una mala tienda, desciende la disponibilidad de obras de dominio público (entre ellas las huérfanas) y se afanan en la persecución de los lectores digitales.
Los lectores, ante tanto obstáculo, buscan por otros caminos las mejores ofertas: más baratas o gratis, con mejor acceso y usabilidad, sin tantas restricciones. Y en ese camino no sólo se pierde dinero y mercado, sino el respeto y la consideración sobre el sector editorial.
Los editores eligen cuál será su futuro. El Ministerio de Cultura tampoco ha hecho grandes esfuerzos por impulsar la digitalización del sector, promover estándares y garantizar los derechos de los ciudadanos.
Libranda dice mucho del futuro del libro y de los editores en España.
Y acaba revelando la disculpa anclada en las mentes de los editores y financiada con dinero público: "ya han dado un primer paso al facilitar los contenidos a precios más asequibles que el libro en papel".
Si la confusión estratégica de Libranda ha sido bien analizada por Ediciona, una investigación de Anatomía de la Edición indica que los precios reflejados en Libranda, que son los precios de sus editoriales y librerías, ya que no ha habido un acuerdo de precios, indica que los precios de los ebooks españoles son similares a los de librerías digitales de otros países. Pero la gran excepción son los libros todavía vivos en catálogo, no disponibles en edición de bolsillo: las novedades y los más interesantes para el comprador.
Libranda penaliza a los consumidores para desincentivar la compra de ebooks y la aceleración de su penetración en el mercado.
La gran industria cultural española sigue, con excepciones en editoriales pequeñas y novedosas, empeñada en que la mejor forma de prepararse para el futuro digital es retrasarlo lo más posible. Pero el futuro ya está aquí, y como decía William Gibson, el problema es que está mal distribuido. Y también que si no se innova y se adopta una actitud activa, el futuro te pasa por encima.
Los editores olvidan y castigan a los lectores, limitan el comercio legal, encarecen la lectura en las bibliotecas, utilizan la Biblioteca Nacional como una mala tienda, desciende la disponibilidad de obras de dominio público (entre ellas las huérfanas) y se afanan en la persecución de los lectores digitales.
Los lectores, ante tanto obstáculo, buscan por otros caminos las mejores ofertas: más baratas o gratis, con mejor acceso y usabilidad, sin tantas restricciones. Y en ese camino no sólo se pierde dinero y mercado, sino el respeto y la consideración sobre el sector editorial.
Los editores eligen cuál será su futuro. El Ministerio de Cultura tampoco ha hecho grandes esfuerzos por impulsar la digitalización del sector, promover estándares y garantizar los derechos de los ciudadanos.
Libranda dice mucho del futuro del libro y de los editores en España.