La información es una conversación. Es uno de los principios fundamentales de la web en la era del flujo social. Sin duda. Cuando una información o una opinión se convierten en debate la atención crece, los datos y argumentos se enriquecen, y el juicio del lector se informa.
Pero a los diarios -y a muchos medios- les cuesta mucho adaptarse. Sobre todo a determinadas secciones, esas que han vivido tantos años bajo a única égida de la publicación en papel. Entonces la conversación se pierde, aunque sea publicada.
Los escritores Benjamín Prado y Andrés Trapiello han sostenido los últimos días una interesante polémica sobre el poeta Rafael Alberti. Una discusión donde la revisión de la memoria histórica, la historia versioneada (en verso o en prosa), los pecados antiguos y su juicio desde el presente aparecen como un compendio de guerracivilismo o garrotazos goyescos con los pies atrapados en los fangos de la historia.
Todo empieza con Rafael Alberti, a la caza del poeta rojo, un artículo donde Benjamín Prado (amigo, permítaseme cierta filiación crítica), denuncia la campaña revisionista contra la figura del Alberti estalinista y líder republicano.
Contesta Trapiello (admirado), señalado como revisionista. Y lo hace con una malrauxiana La condición humana donde azota a Prado por la denuncia del supuesto "contubernio de escritores".
Y no queda aquí.
Las cartas al director de Prado y Trapiello se suceden hasta que el primero zanja: "Le doy toda la razón a Andrés Trapiello en su respuesta a mi respuesta: en otras cosas es un figura, pero en lo que respecta a Alberti, no sabe de lo que habla".
Si Trapiello acepta y calla, debate cerrado.
¡Qué gran oportunidad para convertir las páginas de opinión de El País en internet en una conversación viva y no obviar una la polémica ilustrativa de muchas de las visiones y enfrentamientos sobre aquella guerra que sigue siendo civil.
Bastaban unos enlaces. Un recuadrito en la portadilla. Pero la rutina es la peor enemiga del periodismo y de las ideas.