Aburrimiento y mucho cabreo. Es el resumen de la reacción de los corajudos ciudadanos que siguieron ayer el Debate del Estado de la Nación en Twitter, a través de las redes sociales y de la cobertura en directo de los medios. Nuestro debate no está en la Constitución, como el norteamericano, pero ya está en las redes sociales. El tiempo real se ha apoderado de la información y la política: uno de los grandes hitos de la ceremonia democrática no puede quedar aparte. Felipe González recuperó la tradición anglosajona pensando en la televisión. Para poco más vale este debate donde se oyen pocas ideas y los zurriagazos de la política del reproche entre líderes retumban todavía en los oídos.
En la televisión la imagen se centra en los líderes. El resto de políticos está ahora en Twitter, la herramienta de microblog (140 caracteres, como un SMS) de moda. En ella se expresan diputados de casi todos los partidos (gana el PSOE), políticos en otros cargos, periodistas y muchos ciudadanos que siguieron el debate con esa combinación de vídeo en directo y comentarios que hace más viva internet. Algunos confiaban que hasta serviría para la política, pero poco, no exageremos.
Dice uno de los principios fundacionales de la web que la información es una conversación. Entonces la política está claramente fuera de internet. La disciplina de voto reina también en el pensamiento y el Twitter. En este Parlamento tan previsible nadie se salta el guión. No vaya a ser que se enfade el jefe de filas y te pongan una multa como por romper la disciplina de partido.
Así que ayer hubo mucho tuiteo pero poca conversación. Los diputados se dedicaron a redistribuir el mensaje de los líderes mientras sus jefes de filas enviaban mensajes de móvil y los periodistas andaban más pendientes del esperado SMS que de lo que se decía en público en las redes.
La política 2.0 es por ahora una cacofonía de los discursos preparados. De conversar y oír a los ciudadanos, nada. El Parlamento sigue con las puertas cerradas.
Columna en los medios de Vocento