Puyol sorprendido en la ducha por la reina Sofía. Una imagen tan repetida o más que la de su gol contra Alemania. Como repetidas y abundantes han sido las opiniones de los políticos durante este Mundial de Fútbol en muchos medios. El presidente Zapatero, Mariano Rajoy y Cayo Lara escriben hoy sobre la final de España en Público, El País y Marca.
¿Por qué? ¿Qué aportan? ¿Legitiman los votos para opinar de fútbol? ¿Son los políticos también los representantes de la España futbolística?
Más bien es la deriva de un periodismo servil, vago y poco imaginativo. Un periodismo tan apegado a sus fuentes más frecuentes y a su pereza intelectual que no se le ocurre mejor cosa para llenar minutos o páginas en la previa de un partido de fútbol.
George Orwell se quejaba hace muchos años -como recuerda Íñigo- de la utilización del deporte para exacerbar las pasiones nacionalistas.
"Las competiciones internacionales son una imitación de la guerra. Pero lo significativo no es la conducta de los jugadores, sino la actitud de los espectadores. Y detrás de ellos, de las naciones envueltas en furia sobre esas absurdas competiciones, y que creen seriamente - al menos por cortos períodos- que correr, saltar y golpear una pelota son pruebas de virtud nacional".
En estos días de fervor por la Roja y manifestaciones en una Cataluña despechada, muchos medios han sufrido para mantener el equilibrio entre la pasión deportiva y sus intentos de evitar o apoyar los nacionalismos de unos y otros. Otros han encontrado en los triunfos de la selección de fútbol el acicate para el mito y los ritos patrióticos.
Los medios son mucho menos flexibles que el público para las adscripciones líquidas. Pasiones de exaltación del juego y sus protagonistas pronto separados de las fidelidades y convicciones cotidianas.
Los medios informativos se quedan pegados a sus ideologías y tendencias con más sujeción que una ciudadanía más plural y menos obsesionada.
Impresionante leer algunas filigranas de columnistas sobre la estrategia constitucional del equipo de Vicente del Bosque y las loas y justificaciones de un juego donde la adscripción territorial de los jugadores parece más importante a veces que su posición en el campo.
Demasiada política tiñendo un deporte disfrutado a fondo, individual y colectivamente.
Demasiada política en el tamiz de esos directores y periodistas que prefieren dar sus mejores páginas a un artículo de Zapatero o de Rajoy -que ha tenido la parquedad económica y verbal de enviar el mismo artículo a los tres diarios que se lo han pedido- que a quienes pueden aportar más elementos para saborear con más criterio y gusto el partido de esta tarde.
Los periodistas no paran de quejarse de los políticos, de las ruedas de prensa sin preguntas, de su control de la agenda informativa. Cuando no lo hacen, muchos se la entregan sin caer en que la mayoría de sus lectores sí diferencian entre política y deporte.
El nacionalismo en el deporte internacional quizá sea tan intenso como en tiempos de Orwell. Pero el deporte es ahora un gran negocio donde los medios se juegan mucho. Y los políticos siguen jugando un papel rector y de decisión en los negocios de los medios.
Por eso no es de extrañar que las tribunas invitadas antes de la final del Mundial les pertenezcan o que diarios como El País aprovechen el día para pedir a los poderes políticos intervención en el negocio del fútbol con objetivo de evitar presuntas bancarrotas en un mercado en el que medios y políticos se funden demasiado.