Viajar, lo que es viajar, con el PP siempre se ha viajado mejor. Los pijos, sin duda, saben vivir mejor. El PSOE es un desastre: caro, incómodo, con mucho autobús y hoteles a veces medianos. En el PP es, sobre todo era, otra cosa. En los tiempos de la larga marcha de Aznar hacia el poder y Paco Correa organizando actos y campañas electorales, aquello era vida. Sí.
Entrabas en aquellos aviones de Air Nostrum -esos de la familia Serratosa que parece que son el Air Force One de la Generalitat de Valencia- y ya estaba el jamoncito, el ribera y los pastelillos esperando.
¡Qué tiempos!
Con un poco de suerte hasta te ahorrabas los viáticos de los medios. ¡No daba tiempo a zampar tanto canapé! ¡Y aquellos chupitos de malta para los corajudos reporteros!
Y los pringaos que cubrían el PSOE, corriendo, ¡Que se va el autobús! Y los reporteros del PP tan cómodos. Por mucho que Miguel Ángel Rodríguez revolviera por poder y celos. Y sospecha. También.
Ay que ver. Ay que ver cómo se pasa la buena vida, cómo se olvida lo bueno, tan callando.
Cuando el PP se ganaba a los periodistas por empuje, propuestas, váyase Sr. González y el jamoncito y el avioncito sólo parece acordarse Lucía Méndez en El Mundo. Veterana y lenguaraz en el periódico más posmoderno. Sí, ese que cada línea, cada nota, es un desafío entre la realidad y el deseo.
El jamoncito y el ribera ganaban mítines y periodistas ávidos de un poco de marcha en aquellos tiempos de PSOE descoyuntado.
En esos aviones valencianos tan lindos. A veces incluso se podía ver a Álvaro Pérez saludando desde el aeropuerto de Valencia.
Brillantina y jamoncito. Una maltita para las crónicas de agencia y el pastelito para las corresponsales de los diarios.
¡Qué tiempos!
No como este soso de Rajoy y esta pobre Soraya que no pone ni en deshabillé. Y dominatrix Cospedal quejándose de lo veloces que corren los sumarios cuando no te favorecen.
Otro chupito para la prensa, por favor.